MARAVILLAS DE CASTILLA Y LEÓN: IGLESIA DE LA MAGDALENA, ZAMORA

La Iglesia de Santa María Magdalena es una de las más interesantes del Románico de Zamora. Construida en los siglos XII y XIII. Es Monumento Nacional desde 1910.

Según diversas investigaciones, este templo se relaciona con los Hospitalarios, los Templarios y también debió pertenecer a la Orden de San Juan de Jerusalén hasta el siglo XIX.

Se construyó en dos fases, en la primera se abovedó toda la nave de estilo románico y en la segunda, tras el derrumbe de la bóveda, se rehízo la parte superior del muro sur, en estilo gótico, de ahí las ventanas casi góticas y la cubrición de la nave con madera, a excepción de la cabecera.

Se trata de un templo de una única nave que cuenta con una torre a los pies y con un cabecero semicircular que alberga la capilla mayor.

En su interior, como todo el templo, destaca por su elegancia y sentido ascensional, un sepulcro románico de una dama desconocida que se atribuye a la reina Doña Urraca de Portugal, aunque según varios investigadores, recibiese sepultura en el Monasterio de SANTA MARÍA DE WAMBA (enlace a nuestra publicación), que pertenecía a la Orden de San Juan de Jerusalén y a la que estaba ligada. En el interior de la iglesia de Wamba, que formó parte del monasterio desaparecido en la actualidad, en la «Capilla de la Reina» se halla colocado un epitafio posterior a la defunción de Soberana, en el que se relata que la reina Urraca recibió sepultura en dicha iglesia. Fue la primera mujer de Fernando II y madre del rey Alfonso IX de León , que sucedió a su padre en el trono leonés cuando este falleció.

Su figura yacente aparece empotrada en el muro con dos ángeles que llevan su alma al paraíso y cuyos doseletes recuerdan al CORO PÉTREO DE LA CATEDRAL DE SANTIAGO DE COMPOSTELA (enlace a nuestra publicación).

Todo un símbolo del edificio, junto a los dos tabernáculos incrustados en los ángulos delanteros de la nave y cubiertos con bóveda de cañón.

La puerta más antigua es la meridional, donde se reunía el concejo. Llama la atención el guardapolvo decorado con cuarenta y cinco pequeñas cabecitas sonrientes.

Se cierra con arco polilobulado y cuatro arquivoltas y chambrana apeando en columnas con capiteles vegetales y figurados; a juicio de Ramos de Castro, el programa iconográfico allí representado alude al Paraíso celestial.

La leyenda popular dice que, si no ves al obispo labrado en su puerta meridional no te casas.

Sobre la portada, se abre un rosetón circular de chambrana tachonada con puntas estrelladas. Encierra una sencilla tracería fileteada con puntas de diamante que define círculos y semicírculos diáfanos para permitir la iluminación.