CARTUJA DE MIRAFLORES, BURGOS



La Cartuja de Miraflores es uno de los lugares más hermosos de la ciudad de Burgos, no solo por su enclave en el Parque de Fuentes Blancas, a unos 3  km del centro de la ciudad, sino por su magnífica riqueza arquitectónica, artística e histórica.



Fundada en 1442 por el rey Don Juan II de Castilla y León, (1405-1454) dona a la Orden de la Cartuja, un palacio de recreo que fuera erigido por su padre Enrique III en 1401, para que lo habilitaran como monasterio. Pero en realidad, la obra arquitectónica es casi exclusiva de su hija la reina Isabel la Católica.



Puerta de acceso al recinto monacal.


De estilo gótico de finales del siglo XV, fue construida sobre restos de un palacio de caza, según los planos y dirección de Juan de Colonia y su hijo Simón. Declarada Monumento Nacional en 1923, y BIC en 1985, es una joya del arte gótico.



Diez años más tarde (1452), la estructura sufrió un voraz incendio que obligó a plantear un edificio de nueva planta encargado a Juan de Colonia, arquitecto de la CATEDRAL DE BURGOS, que diseñó los planos y encaminó la construcción.





Sigue el modelo de otros monasterios cartujos de la Edad Media. La planta se desarrolla a partir de la colocación de la iglesia y el trazado de dos claustros principales para cada uno de los grupos de monjes cartujos que lo habitan.


La antigua portada de la iglesia se alzó en 1486 y fue ubicada originalmente en el lateral izquierdo del templo, proporcionando el acceso de los fieles directamente desde el exterior del monasterio.




IMAGEN DE JUAN II,

IMAGEN DE ISABEL DE PORTUGAL


La nueva portada principal la vemos traspasada la galería de entrada al recinto monacal, donde la puerta de la iglesia aparece enmarcada en un arco conopial que cobija una serie de arquivoltas apuntadas decoradas con vegetales, animales y algunos motivos figurativos humanos. 



 En el tímpano se representa el motivo de la Compasión de la Virgen, que conforme a los cánones iconográficos bajomedievales, presenta a la Virgen sentada sujetando con sus brazos a su Hijo muerto, y los símbolos de la luna y el sol sobre los brazos de la cruz.



Para acceder a la Iglesia y contemplar la portada hay que pasar por un patio ajardinado, cuya tracería data de la primera mitad del siglo XVI. Este patio sirve de conexión de las estancias del monasterio con las dependencias de servicio y la portería. Hay una estatua de San Bruno de Colonia, fundador de la Orden.



A los lados, leones tenantes sujetando los blasones distintivos del rey fundador en la parte superior: el escudo de Castilla y León... 


...y la banda engolada, como enseña particular de Juan II.


Traspasada la puerta observamos la iglesia con planta formada por una nave longitudinal cuadripartita, distinguiéndose los espacios del presbiterio, el coro de los Padres, el coro de los Hermanos y la estancia de los fieles. 













La nave está cerrada con bóvedas de crucería con terceletes, manteniéndose el original trazado de estilo gótico.









En 1484, el pintor aragonés Martín de Soria, encarga y sufraga la realización de trece vidrieras en la región de Flandes para adornar los muros de la iglesia de la Cartuja, siendo finalmente ensambladas en 1488.


En la mayor parte del encargo intervino el vidriero flamenco Niclaes Rombouts, de acuerdo con la firma encubierta en la obra. 




En el altar se halla un admirable RETABLO, obra del escultor Gil de Siloé y Diego de la Cruz, como pintor del conjunto.




El programa iconográfico del retablo es la exaltación de la Eucaristía, como sacramento que actualiza el sacrificio de Cristo en la Cruz, en clara alusión con unos versos de Ambrosio de Montesinos:
«Oh, Hostia de hermosura
cuán cercada es tu figura
de los ángeles en rueda».




Pináculos superiores: representan las figuras de dos santos dominicos, Santo Domingo de Guzmán y San Pedro Mártir en los flancos centrales, mientras que reconocemos la figura del profeta Isaías en el pináculo derecho. La presencia de estos santos se atribuye a la estrecha colaboración de los dominicos Fray Tomás de Torquemada y Fray Diego de Deza con la reina Isabel la Católica, promotora del retablo.

En el cuerpo superior destaca una gran corona de ángeles que dibuja la forma de la hostia consagrada en la misa, de la cual el centro geométrico es cristo en la cruz.
 Una de las obras maestras de la escultura gótica, representado con un sentimentalismo muy expresivo. El papel de Diego de la Cruz en el policromado del crucificado es clave para entender la ejecución llena de golpes y heridas que acentúan la expresividad de la obra.



A ambos lados del travesaño de la cruz, haciendo que lo sostienen, podemos observar: 
Dios Padre (izquierda) ataviado con capa pluvial y tiara pontificia;...



... y al Espíritu Santo (derecha), humanizado como joven imberbe con corona imperial.



A los pies de la cruz se sitúan la Virgen María y San Juan Evangelista, el discípulo amado, que acompañó a María en el calvario. 


También tenemos que destacar la presencia, sobre la cabeza de Cristo, de un bello pelícano símbolo del amor divino, pues se desangra por sus polluelos; claro equivalente con el sacrificio de Cristo en la Cruz, sobre el que está colocado el animal.



En los ángulos de la Cruz, en círculos, todavía dentro de la gran rueda formada por los ángeles, hay cuatro escenas de la Pasión.
Oración en el huerto: Jesús reza en el huerto evocando la pasión que va a sufrir a continuación, que toma forma en el cáliz que tiene delante, mientras, los discípulos duermen.



Flagelación: Cristo aparece atado a la columna, con los brazos representados en flexión. Mientas, los guardias le azuzan y Pilato contempla la escena desde el lateral.


Cristo con la cruz a cuestas, camino del Calvario: Simón de Cirene, vestido como los doctores del siglo XV, sostiene por detrás la pesada Cruz de Cristo, quien desfallecido alza la cabeza.


La Piedad: Cristo muerto sostenido por las mujeres y San Juan en forma de cuerpo inerte que se despliega horizontalmente en la composición. La imagen de la Virgen, turbada, permanece en sombra por el doloroso momento.



La gran corona está enmarcada, como si fueran columnas, por las figuras de San Pedro y San Pablo, los pilares sobre los cuales Cristo fundó su iglesia.



En las esquinas del rectángulo exterior a la columna, se sitúan cuatro nuevos círculos con los cuatro evangelistas figurando como notarios sentados ante su atril y junto a sus símbolos: en la parte superior de izquierda a derecha, 
San Juan, con el águila,...



... un hombre, o un ángel para San Mateo, un león para San Marcos ...



...y un buey para San Lucas


Desde este punto de vista, la vida de Jesús se resume en cuatro fases: se encarnó en un hombre, soportó la Pasión como un buey, se levantó desafiando a la muerte con la fuerza de un león y ascendió al cielo extendiendo sus alas como un águila. El conocido como tetramorfos.

Detalle del libro del Evangelista con el texto de la Anunciación.
El cuerpo inferior del retablo tiene su centro en el Sagrario, que contiene la presencia viva y sacramental de Cristo. 



Sobre él hay un nicho cuadrado que alberga una serie de altorrelieves fijados a un torno giratorio. Su fin es ayudar a los monjes a vivir con más intensidad los tiempos litúrgicos, celebrados a lo largo del año, ya que cada uno de esos seis relieves corresponde a una de las grandes fiestas del calendario de la iglesia: Nacimiento de Jesús, Bautismo, Resurrección, Ascensión, Pentecostés y Asunción de María.



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En los Extremos de esta parte inferior, se encuentran las figuras de los patronos del retablo Los reyes de Castilla representados en actitud orante en sendos reclinatorios y engalanados de vestiduras doradas en alusión a su dignidad regia. Cada uno va acompañado de su patrono: el rey Juan II de Santiago Apóstol; la reina Isabel de Portugal, con la imagen de Santa Isabel, que tiene a su lado a su hijo San Juan Bautista. Sobre los monarcas están sus respectivos escudos.






A cada lado del Sagrario están los santos patronos de nuestra vida solitaria: 
San Juan Bautista.



Santiago Apóstol, invocado como aptrono de ESpaña y "guiador" de sus reyes.


Ocupando el centro del presbiterio de la Cartuja se encuentra el SEPULCRO DE LOS REYES a modo de Panteón Real. Fue realizado entre 1489 y 1493 por Gil de Siloé, fabricado completamente en alabastro de Guadalajara. Muestra, en la cara superior, las efigies reales de Juan II de Castilla e Isabel de Portugal, mientras que un complejo programa iconográfico envuelve la base desplegándose un inmenso número de figuras alusivas a la muerte y a la redención, con unas calidades táctiles exquisitas, permitiendo la definición de telas, carnes y decoraciones vegetales. 



Por su parte, la insólita forma de estrella de ocho puntas que adopta la composición puede relacionarse con una proyección volumétrica de una bóveda gótica estrellada, que en época de los reyes católicos, expresan el carácter político, religioso y artístico.
El rey Juan II de Castilla falleció en Valladolid el 22 de julio de 1454, a los 49 años de edad, y su cadáver fue sepultado en el monasterio de San Pablo de Valladolid. Por su parte la reina Isabel de Portugal, segunda esposa de Juan II, falleció el día 15 de agosto de 1496 en ARÉVALO (enlace a nuestra publicación), siendo enterrada en el monasterio de San Francisco de la misma localidad.



El rey Juan II se representa revestido de sus atributos, corona y manto, y porta un cetro, desaparecido en la actualidad. Además, su cabeza apoya sobre una almohada con una corona en relieve que busca enaltecer aún más la figura del rey. La cabeza del monarca es fruto de una reconstrucción posterior, ya que fue destruido en unas revueltas contra la corona en el reinado de Fernando VII.



La imagen de la Reina Isabel, por su parte, destaca por la calidad a la hora de reflejar las distintas texturas de encarnaciones y tejido, por lo que se cree obra directa del maestro Gil de Siloe. Sostiene un Libro de Horas en las manos, indicando su actividad principal: el rezo y la devoción.



Rodeando a los reyes había originalmente doce figuras de las cuales se conservan solamente nueve, siendo originales tan solo siete: los apóstoles Santiago Alfeo, Bartolomé, Pedro y otros cuatro más no identificables; y las dos restantes, una santa coronada, quizá santa Catalina, y San Esteban, procedente del sepulcro del infante don Alfonso.



En los vértices del rombo figuran los cuatro Evangelistas, piezas de gran detallismo en el conjunto.


San Juan Evangelista


San Marcos evangelista
El pie del sepulcro está rodeado de leones sujetando escudos, o devorándose entre ellos, o luchando contra cánidos, y los de las zonas en eje con la cabecera, son rampantes sosteniendo los escudos de los reyes. 


En los vértices se sitúan pequeñas figuritas velando con su oración el eterno descanso de los difuntos.


En cuanto a los nichos formados en los dieciséis lados, sirven para desplegar un rico programa iconográfico, con pequeñas capillas de dosel con figuras y escenas alusivas a la Muerte y la Resurrección. En el lado de Juan II se cobijan diferentes esculturas: La Virgen de la leche y siete figuras del Antiguo Testamento; en el de Isabel de Portugal las Virtudes teologales y cardinales y la Compasión.

Alegoría a la Justicia y Fortaleza


Alegoría a la Prudencia


Alegoría a la Fe y la Esperanza

La figura de Joseph, hijo de Jacob, se atribuye a Siloe, escogiéndose por ser una de las prefiguraciones de Cristo en el Antiguo Testamento. Simboliza la Resurrección, ya que fue tirado a un pozo por sus hermanos y logró sobrevivir. 



Otros personajes son: la Virgen de la Leche, la Piedad, Daniel o Abraham representado sacrificando a Isaac, Sansón,...



... David,...




...o la Reina Ester y Esdras.



 Se distinguen las figuras de ciertas dimensiones de unos cartujos que oran con las capuchas sobre sus cabezas.


Junto al grandioso sepulcro de los reyes, en el lado del Evangelio, esta la sepultura del infante Alfonso de Castillahijo de los anteriores y muerto en extrañas circunstancias. 

 



La estatua orante se encuentra en un arcosolio rematado con crestería espectacular. Todo el conjunto, de estilo gótico, está realizado en alabastro.



Adornado todo ello con motivos vegetales y ángeles tenantes que sostienen el escudo del reino de Castilla y León,...





 ...y una imagen del Arcángel San Miguel que remata el conjunto.



 El mausoleo está enmarcado por dos pilastras que, partiendo del suelo de la iglesia, se prolongan en altura más allá de los arcos escarzano y conopial.


 Las pilastras están adornadas con imágenes de apóstoles y santos, y están rematadas por un relieve que representa la Anunciación.





Queda por ver una serie de capillas adosadas al lado norte de la iglesia, en la primera mitad del siglo XVI. La primera y más grade "Sala de San Bruno", acoge la Colección permanente «De lo bello a lo divino», con piezas artísticas de gran valor que en otro tiempo se guardaban dentro de la clausura.



Obras de primerísimo nivel como LA ANUNCIACIÓN (siglo XV) de Pedro Berruguete, sin duda, una de las joyas de la exposición por su finura y calidad artística.



También podremos apreciar el esplendor de los Cartujos a partir de sus objetos litúrgicos como cálices, patenas, una custodia, dos casullas y un bojarte medieval, tabla ornamentada en la que los monjes señalaban con clavijas quién oficiaba las misas.



BOJARTE



La vinculación con la monarquía, que siempre ha tenido el monasterio, se observa en obras como el palio real con el que, supuestamente, la reina Isabel La Católica entró en Burgos, o los retratos de María Luisa de Saboya, Felipe V e Isabel la católica.


En la segunda capilla dedicada a Nuestra Señora de Miraflores, una lograda restauración ha recuperado la belleza y colorido de las PINTURAS MURALES del siglo XVII, encargadas por el prior Fray Nicolás de la Iglesia entre los años 1653 y 1660. Destaca su espectacular decoración barroca, con profusión de detalles y elementos en forma de trampantojo.









La imagen que decora la bóveda representa la Coronación de la Virgen, rodeada con multitud de ángeles que llenan los espacios. Acompañan a la escena en el flanco superior otras imágenes del Antiguo Testamento y el motivo de los Desposorios de la Virgen.



También se ubica en la sala una réplica de la VIRGEN DE LA LECHE de Gil de Siloé para el SEPULCRO DE LOS REYES, que fue policromada por uno de los monjes en el siglo XVII y cuyo original se conserva en su ubicación natural. Fruto de la devoción que le profesaba y ante el enorme fervor que por esta imagen sentían los fieles de Burgos, decidió el prior Fray Nicolás de la Iglesia escribirle un libro llamado Flores de Miraflores. Se da así la excepcional y única circunstancia de que un conjunto pictórico originó así una bellísima obra escrita.


En la Capilla se conserva también una talla de la Virgen Inmaculada, de la escuela de Alonso Cano, que se ubica en el altar.




La tercera capilla o "Sala de las Reliquias", acoge en sus vitrinas ejemplares de manuscritos, códices e incunables conservados en la biblioteca cartujana y símbolo del gran saber custodiado durante décadas por los monjes cartujos, entre los que destacan el Privilegio Rodado del rey Juan II para la Cartuja de Miraflores.







Destaca por su fuerza expresiva el imponente cuadro de la "Elevación de la cruz" pintado por Joaquín Sorolla.



 Entre otras obras, una réplica de la pequeña escultura del Apóstol Santiago que formaba parte conjunto de los santos tallados por Gil de Siloé para el sepulcro de los reyes Juan II e Isabel de Portugal. A principios del siglo XX la pieza salió de La Cartuja y hoy se expone en The Cloisters, en el Metropolitan Museum de Nueva York.


Brotando de la iglesia, al lado izquierdo, encontramos la Capilla de San Bruno fundador de la Orden Cartuja, que tiene su propia Capilla en Miraflores.






En su interior destaca la admirable escultura del santo, realizada por Manuel Pereira en la primera mitad del siglo XVII. De poco más de metro sesenta, está realizada en madera dorada y policromada.



El Santo sostiene un crucifijo con la mano derecha, llamativo por su detalle, sobre el que clava una intensa mirada. El rostro está espléndidamente tallado, lleno de fuerza, de expresividad y de realismo, revelando la profunda intimidad con Dios.


En el exterior un bonito crucero embellece el conjunto.


  



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