SANTO DOMINGO DE SILOS, BURGOS

Santo Domingo de Silos es una villa con un monasterio de monjes benedictinos, asentado en las montañas del sudeste de la provincia de Burgos. Villa y monasterio se localizan en la parte oriental del valle del Tabladillo, rodeado de altos montes de rocas calizas.


"Tus arcos y capiteles infatigables,
¿quién los hizo?, ¿poeta o escultor?
...¿o bajaron los ángeles del cielo
con los planos ya trazados del Señor?"

El paisaje es austero pero pintoresco, debido a las caprichosas formas que las aguas han labrado en estas rocas calizas, como el desfiladero de la Yecla.



La historia de la abadía y de la villa de Silos, han caminado siempre juntas. El monasterio dedicado a San Sebastián, remonta sus orígenes al siglo X como consecuencia del esfuerzo repoblador de leoneses y castellanos, aunque tiene antecedentes visigóticos del siglo VII. 



Durante el gobierno del Conde Fernán González, la vida monástica reaparece en Silos provisionalmente hasta que las razias de Almanzor, a finales del siglo X, vuelven a descomponer la vida monástica que empieza a cobrar importancia con la llegada en 1041, del monje Domingo Manso, natural de Cañas (La Rioja), proveniente del monasterio de San Millán de la Cogolla, por encomienda de Fernando I. Él restaura el monasterio y da origen al movimiento espiritual y cultural.



El actual núcleo urbano del pueblo de Silos tiene sus orígenes en el fuero de Alfonso VI, rey de Castilla y León, concedió a la abadía en 1098; por el cual podía extendese junto al monasterio, quedando los trabajadores bajo la protección y vasallaje del abad. La villa de Silos dependió de él hasta el año 1440, fecha en que los monjes traspasaron la villa de Silos a la casa de los Velasco, condestables de Castilla.
 Así lo atestigua el escudo que puede verse en la puerta de la Fuente, o de Calderera.


En la actualidad, la villa ha perdido casi por completo su aspecto medieval de recinto amurallado, pues solo quedan dos puertas, la de San Juan más la de la Calderera y los paños de murallas que cierran la huerta del monasterio.


El monasterio benedictino de Santo Domingo de Silos, en concreto las partes románicas conservadas, representa una de las obras más grandiosas del arte medieval europeo.


El hermano Domingo murió en olor de santidad en el año 1073, lo que provocó la llegada de peregrinos y las donaciones económicas hasta convertirse en un próspero monasterio que pudo acometer nuevas construcciones.


Desgraciadamente, la iglesia románica de Silos desapareció casi completamente hacia 1751, debido a su sustitución por un templo neoclásico construido por Pedro Machuca con planos de Ventura Rodríguez.



De aquel anterior templo románico sólo se conservan algunos muros y pilares y, sobre todo, el brazo sur del transepto, además de la puerta que comunica éste con el claustro por su muro occidental, la denominada Puerta de las Vírgenes.



Esta Puerta se conserva muy bien, muestra una estructura extraordinariamente abocinada, con el vano rodeado por un arco de falsa herradura de tradición mozárabe.



 Las arquivoltas son de medio punto, mientras las columnas tienen fustes muy trabajados y capiteles de rica iconografía, que da entrada al claustro.


Dos personajes toman de los brazos a otro, situado en el centro, que aparece con las piernas cruzadas.


Dos hombres sujetan a una pareja de leones rampantes con cuerdas.
Dos hombres con cabeza común hacen una genuflexión, mientras se mesan la barba.



El CLAUSTRO,  de finales del siglo XI, afortunadamente nos quedó al completo. Aunque las evidentes diferencias estilísticas de unas esculturas y otras indican diversas manos en su ejecución, se ha aceptado tradicionalmente la intervención de dos maestros con sus respectivos talleres en el claustro bajo.







Consta de planta cuadrada irregular y dos pisos de esbeltas arquerías sobre columnas pareadas. 




Silencioso ciprés, cuya negra silueta,
como un dedo gigante me señala una meta
allá lejos, muy lejos...: un palacio de bruma
una isla de oro, una ilusión de espuma,
la sombra imperceptible de una forma querida
que sin cesar persigue el alma dolorida

Una de las mayores originalidades del Claustro de Silos lo constituyen los ocho bajo relieves del siglo XI que adornan las esquinas. 
Son portentosas escenas del final de la presencia de Cristo en la tierra tras su muerte y Resurrección, comenzando por la parte nororiental, que parece ser la primera de las estaciones realizadas, para terminar con la suroriental, continuando el camino que transitarían los monjes en su recogimiento.



Justo al salir del templo por la Puerta de las Vírgenes, así hallamos en sus esquinas: la ASCENSIÓN DEL SEÑOR, inspirada en el Nuevo Testamento, hechos de los apóstoles 1, 3-11. Presenta composición piramidal ascendente, la acción discurre de abajo a arriba. Se estructura en tres niveles: siete apóstoles en el inferior, cinco y la Virgen en el segundo y en el superior Cristo y dos ángeles. 


Todos los personajes dirigen su mirada hacia Cristo. En el segundo nivel se reconoce a san Pablo, que presenta calvicie hipocrática y frente surcada de arrugas; a san Juan, que coge de la mano a la Virgen; ...


...y a san Pedro, que sujeta las llaves del cielo. 



En el nivel superior dos ángeles portan un mar de nubes con el que velar a Cristo, que aparece con halo crucero.


PENTECOSTÉS, inspirado en el Nuevo Testamento, Hechos de los apóstoles 2, 1-13. Presenta una composición piramidal descendente, la acción discurre de arriba a abajo. Se estructura en cuatro niveles: en los dos inferiores los apóstoles, de seis en seis; en el segundo nivel se distinguen san Pablo y san Pedro; en el tercer registro aparece la Virgen; y en el registro superior dos ángeles flanquean la Mano del Señor que abre el cielo. Todos los personajes dirigen la mirada hacia la mano que les bendice. 






La Virgen aparece por encima de los apóstoles para simbolizar que es intercesora de los hombres ante Dios.


La SEPULTURA y RESURRECIÓN, se basa también, en el Nuevo Testamento, Mateo 27, 57-66 y Mateo 28, 1-10. La tapa del sarcófago del Señor separa las dos escenas. 


En la parte inferior siete soldados romanos, pero vestidos al modo de la milicia castellana, aparecen desvanecidos en un momento de la resurrección.


 José de Arimatea coloca al Señor sobre el sarcófago. Su túnica agitada por el viento, simboliza la furia de la naturaleza tras la muerte de Cristo. El rostro del Señor expresa serenidad en la certeza de la resurrección. En el nivel superior un ángel anuncia la resurrección a María Magdalena, María madre de Jacobo y a María Salomé con la frase Nil formidetis, vivit Deus, ecce videtis, es decir, “Nada temáis, Dios vive, ya lo veis”.


El DESCENDIMIENTO se inspira en Nuevo Testamento, Mateo 27, 45-59. Cristo está siendo bajado de la cruz. José de Arimatea sujeta el cuerpo de Cristo; Nicodemo libera de la cruz la mano izquierda de Cristo, le falta la mano derecha, a su lado san Juan con las Escrituras; la Virgen, con las manos veladas en señal de reverencia, recibe la mano derecha del Señor, perforada y recién desclavada. La cruz de Cristo aparece sobre el sepulcro de Adán para simbolizar que la crucifixión del Señor redimió al hombre del pecado de Adán. 



En la parte superior aparecen alegorías del Sol y de la Luna, con los nombres epigrafiados en lienzos tapados con velos para mostrar que, tras la muerte de Cristo se oscureció el cielo, y las aparentes llamas bajo la escena que no es otra cosa que una representación de los vientos de la tormenta que se levantó en ese crucial instante y a su alrededor ángeles turiferarios. Por encima del arco de medio punto se lee: Hic obit; hec plorat; carus dolet; impius orat, es decir, “Éste muere, ésta llora, el amado se duele, el impío reza”.


El CAMINO DE EMAÚS, inspirada en Lucas 24, 13-35. Cristo y Cleofás conversan y la figura de la izquierda porta las Escrituras. La túnica y el brazo derecho de Cleofás marcan una línea oblicua que fuerza al espectador a dirigir su mirada hacia Cristo.  Las pupilas de los tres personajes están rebajadas para insertar azabaches que refuerzan la expresividad de la mirada. La figura de la izquierda conserva los azabaches.


Su dignidad se representa a través del bastón de mando y que está en peregrinación, a través de las conchas jacobeas del zurrón.


La DUDA DE SANTO TOMÁS se inspira en el Nuevo Testamento, Juan 20, 24-29. Aparece Cristo con el brazo derecho levantado para que santo Tomás pueda meter el dedo índice de la mano derecha en la herida del costado y creer en la resurrección del Señor. El brazo levantado de Cristo simboliza la separación de ciencia y fe. 



La ciencia se personifica en santo Tomás, en el ángulo inferior izquierdo y separado del resto de los apóstoles, que personifican la fe, y que por ser los elegidos ocupan la parte derecha y superior del relieve.






Posiblemente el más famoso y fotografiado de todos los relieves del claustro.


El segundo maestro de Silos esculpió los otros dos relieves, que presentan características del primer gótico (s. XII) y son los que finaliza el relato. 
La ANUNCIACIÓN Y CORONACION DE LA VIRGEN se inspira en el Nuevo Testamento, Lucas 1, 26-38. Dos ángeles coronan a la Virgen en el momento en el que el ángel san Gabriel, postrado ante ella, le anuncia que concebirá a Dios hecho hombre. Un velo cuelga del arco y se enrosca por las columnillas que enmarcan la escena.




El ÁRBOL DE JESÉ se inspira en el Nuevo Testamento, Mateo 1, 1-17. En la parte inferior aparece Jesé, origen del linaje de Cristo. 



De su costado nacen dos ramas que forman un medio marco o aureola en forma oval, que sirve para acoger a la Virgen. A la izquierda aparece David, octavo hijo de Jesé, y a la derecha Salomón, sexto hijo de David. 


Por encima de la Virgen y en otra media mandorla, aparece la escena de la Paternidad, es decir, Dios Padre con Jesús en su regazo. A los lados están representados los cuatro profetas mayores: Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel. En lo más alto aparece el Espíritu Santo en forma de paloma.


Los ocho relieves de los machones del claustro de Santo Domingo de Silos son de la máxima importancia en la Historia de la escultura española por dos motivos, fueron los primeros relieves claustrales de España y en ellos se reconocen los estilos románicos y protagónico.


Como es habitual, la sala capitular se ubicaba a continuación del transepto sur del templo, aún permanece en parte, abierta a la crujía este del claustro silense. Lugar de gobierno del monasterio y de capítulo de sus miembros desde el cual dirigía el abad la vida monástica. La arquitectura y labra de sus elementos nos indica que su edificación corresponde al primer maestro del claustro. Enmarcan el acceso sendos grupos de cinco columnillas y el resto son pareadas, siendo todas ellas del estilo de la primera época: separadas, con éntasis y sustentando capiteles con sus cestas muy separadas remontados por ábacos de sección convexa en su periferia. También la decoración a modo de guardapolvo continuo sigue lo visto en el resto del claustro.



De esta sala solo queda el acceso a la misma, ya que la arquitectura de su espacio interior fue totalmente modificada, quizá a la vez que se demolió el templo. Podemos ver cinco arcos de medio punto. El central remonta el vano de acceso y las dos parejas latéales son vanos de iluminación.



Algunos de sus capiteles son restaurados (llevan el símbolo "R" que los diferencia). Otros repiten motivos de carnosos acantos como en el claustro, hay un grupo que representa monos en cuclillas atados en sus cuellos y patas con sogas, probablemente en alusión a las pasiones dominadas.




De las columnas del claustro, llama la atención una enroscada Se trata de una columna torsa, que se presenta enroscada en sí misma, entrelazándose. Algo poco corriente, del que encontramos ejemplos como el monasterio de la Vid y Gumiel de Izán en Burgos, Burgo de Osma y Caracena en Soria o San Pedro de la Rúa en Estella.





Destacable es la calidad en arte y simbolismo de esos 64 capiteles del claustro bajo, con una colección delirante de encestados, zarcillos, acantos, sirenas, arpías, grifos, leones, centauros, dragones y aves fabulosas.
  










Otro aspecto destacable, situado en el lado norte de este claustro es, la LAUDA SEPULCRAL DE SANTO DOMINGOobra del siglo XIII.


La lauda está apoyada sobre unos pies esculpidos con figuras de preciosos leones muy expresivos por su esquematismo. Bajo esta lauda se enterró el cuerpo de Santo Domingo. Allí persiste la tumba antropomorfa que lo contuvo. Sobre ella una reja, obra del siglo XIV.






El cuerpo yacente del beato se representa coronado por dos ángeles,...


...portando el báculo abacial y un libro en sus manos, ...



...mientras dos personajes suplicantes se postran a sus pies. Más abajo aparecen dos dragones, simbolizando lo demoniaco, que por su posición parece que son sometidos por el santo.



Tras esta. una capillita del XIII con escena de la milagrosa redención de los cautivos y los exvotos de éstos en forma de cadenas.





Destaca también la estatua de la VIRGEN DE MARZOuna enorme estatua pétrea de María como Sedes Sapientiae, con el Niño Jesús. Se ha especulado con la posibilidad de que formara parte del tímpano de una puerta del siglo XIII.



María se encuentra muy solemne y de frente, al estilo de la iconografía románica, pero Jesús se encuentra ya sentado sobre el muslo izquierdo de la Virgen y dirige su cuerpo al lado contrario, rasgo que suele ser más propio del gótico. Datada hacia el último tercio del XIII. La policromía de su rostro le añade belleza a su augusta expresión.



Otro punto de interés del claustro bajo del Monasterio de Santo Domingo de Silo es el alfarje mudéjar de finales del siglo XIV que lo techa. Se encontraba completamente policromado, aunque actualmente hay algunas partes, correspondientes a la galería norte, perdidas tras el incendio que en 1384 destruyó la primitiva cubierta.



 A finales del XIV, musulmanes residentes en Silos lo fabricaron, decorándose con variados motivos con estilo gótico lineal e interesantes escenas profanas costumbristas de la época bajomedieval, ganadería, caza, tauromaquia, así como de otras de tipo alegórico, reconstruidas en el siglo XIX.









Todo el pavimento del claustro es de cantos rodados ornamentados.



Finalizamos el recorrido en otra interesante estancia del  monasterio, en la que  podemos contemplar el sepulcro de Fernán Pérez de Guzmán, hijo heredero de Pedro Guillén de Guzmán y Urraca Alonso (infanta de Castilla) y hermano de Guzmán el Bueno.



Fernán Pérez de Guzmán fue nombrado por Sancho IV adelantado mayor del reino de Murcia. Lo vemos confirmar con tal cargo desde el año 1285 y como ricohombre desde 1272. Ya en el año 1289 es sustituido por don Juan, el hijo del infante don Manuel. Hay que notar que Fernando Pérez de Guzmán estaba entre los principales nobles del reino, tanto durante el reinado de Sancho IV como durante el de Fernando IV. Esto lo deducimos del lugar que su nombre ocupa en la relación de confirmantes. Antes de él sólo se encontraban los de la casa de Haro y los de Lara.


Por último, señalar, que la visita guiada a este extraordinario lugar,  incluye la BOTICA y el MUSEO. Como no está permitido realizar fotos en estas estancias, remitimos a los enlaces de su página para conocerlos y donde también podéis consultar los horarios de visita.









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