La Ermita de los Santos Mártires se levanta desde el siglo XIII junto
al célebre yacimiento arqueológico de Numancia (ciudad arévaca cuya tenaz
resistencia ante Roma, veinte años repeliendo los continuos e insistentes
ataques romanos y once meses de asedio, terminó, cuando la gran mayoría de sus
habitantes decidió optar por el suicidio antes de entregarse al general Publio Cornelio Escipión Emiliano, que la arrasó el 133 a. C.)
y a los pies del cerro de La Muela, desde donde vemos transitar un todavía joven
río Duero.
Interesante muestra del románico tardío en Soria por la calidad de la
decoración escultórica que conserva, está dedicada a los santos mártires:
Nereo, Aquiles, Pancracio y Domitila, mártires de los primeros siglos del
cristianismo, cuyas reliquias fueron traídas de Roma en el siglo XVIII, para
sustituir la anterior advocación a san Miguel. Fue declarada Monumento Nacional
el 31 de mayo de 1944.
Uno de sus sillares exteriores lleva inscrita la fecha de construcción:
ANNO D[OMIN]I MCCXXXI (Año del Señor 1231).
De su fábrica original se conservan, la cabecera y la portada, los muros
de la nave son posteriores.
La elegante portada, que se abre en el muro sur, tiene forma de arco de
medio punto y tiene un total de dos arquivoltas, sujetadas por columnas cuyos
capiteles están decorados con arpías aladas con melena leonina y la cola
perlada.
El original tímpano
contiene cinco rosáceas, siendo la central la más grande, estando orlado el
conjunto por un listel de arquillos que cobijan sendas cabecitas humanas en la
parte central y grotescas en los laterales.
De los seis canecillos
de la portada que sujetan el tejaroz, los dos de la derecha representan cabezas
o máscaras, una de las cuales lleva sendas bolas en las comisuras de la boca.
La pareja central la forman un centauro sagitario y una cabeza muy erosionada.
En el par izquierdo aparece un animal no muy reconocible y otra cabeza también
deteriorada.
En los muros del presbiterio destacan algunos grafitis de aspecto esotérico.
El ábside, de buena sillería, presenta al exterior ventanas saeteras y
contrafuertes de medias columnas con capiteles de complicadas hojas y frutos.
Es de destacar que la techumbre del ábside es la primitiva, de hiladas
escalonadas de losas de pizarra oscura.
Son variados los modillones que se disponen a lo largo de toda la
cabecera soportando una cornisa festoneada con tacos en el ábside y con
estrellas en el presbiterio. Hay representaciones de animales, de rostros
humanos, de florones y hojas acaracoladas, o simplemente lisos.
Bajo el alero de los muros se conservan una serie de canecillos, algunos
lisos, otros figurativos.
En su interesante interior (ver más información y fotos en los enlaces del final de la publicación) en la capilla principal, contiene dos piezas de gran
interés: el altar y la pila bautismal. Gaya Nuño (en su magna obra «El románico
de la provincia de Soria»), data esta pila bautismal a finales del siglo XI.
Por su capacidad podría haber sido utilizada para el bautismo por inmersión.
Mediante el programa de apertura de monumentos en Castilla y León que la
Junta de Castilla y León pone en marcha cada verano, la ermita permanecerá
abierta del 1 de julio al 25 de septiembre, en horario de martes a domingo, de
11,00 a 14,00 y de 17,00 a 20,00 horas. Más información en
www.turismocastillayleon.com o en el teléfono 902 20 30 30.
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La Villa de Maderuelo, como su vecina AYLLÓN(información y fotos de nuestra visita en el enlace), es un bonito Conjunto
Histórico-Artístico al que hay que añadirle un magnífico entorno natural, pues su
recinto amurallado ajustado a la forma del relieve, se sitúa sobre una alargada
colina que bordea el curso del río Riaza, cuyas aguas detiene y acrecienta la presa de
Linares del Arroyo. El conjunto, es un ejemplo representativo de burgo medieval
defensivo, incluido en la lista de los Pueblos más bonitos de España.
Iniciamos nuestro paseo en la Puerta de la Villa, entrada
emblemática de Maderuelo que protege el acceso oeste. Hasta principios del s.
XX disponía de foso y puente.
Esta antigua puerta aún conserva los cerrojos, la poterna y unas gruesas puertas de madera acorazada, con adornos y policromía blindaje del siglo XV.
Traspasada la puerta se abre la Plaza de San Miguel, sin duda, el rincón que mejor ha conservado la atmósfera medieval del pueblo. Ésta rodeada por edificios antiguos, destacando dos portadas románicas y una gótica. Sobre una de ellas figura el escudo de estilo rococó, de los Enríquez, marqueses de Villena y condes de San Esteban.
Nos fijamos en la cruz que hay junto a las escaleras que llevan a la pequeña iglesia que da su nombre a la plaza, y bajo ella contemplamos un sillar con un curioso relieve gravado.
En ese muro exterior que cierra el atrio elevado se distinguen otros sillares reaprovechados, como este en el que vemos inscrita una flor de cuatro pétalos.
Allí se alza la iglesia románica de San Miguel, que ha formado parte del conjunto defensivo oeste. En el siglo XV se adosó una segunda nave rectangular, rematada con una pequeña espadaña. El campanario-torreón de la primitiva ermita románica de ábside semicircular se convirtió en vivienda. En su interior existen varios enterramientos enmarcados en arcos góticos, destacando la lápida de Hermosa.
A cada paso que avanzamos por sus calles, nos detenemos a contemplar alguna de las filigranas que aparecen en las fachadas de las vetustas casas de piedra y adobe, llenas de símbolos de ignotos orígenes y significados.
En la Plaza de Baile (céntrico espacio que posiblemente hubiera servido como el lugar para mercado hace mucho tiempo y hoy dedicado a Joaquín Pérez Seoane, benefactor de Maderuelo), vemos igualmente, en la que es ahora una casa de turismo rural que, según reza en una inscripción sobre un pequeño vano, fue edificada en el año de 1811, un curioso canecillo con una figura zoomorfa, posiblemente un cánido, coronando el epígrafe.
Pero sin duda alguna, lo que más no llamó la atención fue, esta preciosa Estrella de David grabada en un sillar del lateral de la abertura.
Continuamos nuestro paseo por la Calle de Arriba, intentando no perder detalle de todo aquello que nos resulta interesante,...
... como este simpático tirador de una puerta;...
... o dos nuevos relieves, otra flor de cuatro pétalos y un menguante como el del escudo de la villa, que hace las funciones de dintel del balcón.
Así llegamos a la Plaza de Santa María bajo la imponente mirada de la Iglesia de Santa María de Castillo. Dispone de dos accesos por el oeste y dos por el este, que cruzan bajo sendos arcos que se adosan a la gran espadaña, construida según traza de Manuel Díaz Gamones en el último tercio del s. XVIII y testigo centenario de innumerables juegos de pelota mano.
Santa María de Castillo destaca por su tamaño y por la diversidad de estilos que conserva (contienen elementos románicos, góticos, renacentistas, mudéjares y algunos elementos puramente musulmanes), siendo el único templo segoviano con restos de estilo Califal. Reconstruida parcialmente tras el incendio del S. XVI, en sus muros se aprecian numerosas remodelaciones y materiales procedentes de las antiguas trece iglesias y conventos de la villa. En el siglo XVIII se rehízo la alta espadaña que alberga cinco campanas, los cuales se escucha a largas distancias. Sorprende la altura de la nave principal, rematada por un ábside semicircular y una elegante techumbre de madera, así como las cúpulas y ventanas mudéjares en ladrillo de la nave lateral.
En la iglesia, concretamente en la capilla de los Chaves se exhibe el cuerpo de una doncella momificada. La leyenda, una de tantas, dice que murió de pena mientras el novio luchaba en Granada, y que apareció en 1934 al quebrarse accidentalmente una losa del templo: incorrupta, enjoyada, con chapines de oro y justillo bordado.
Foto de la página: https://segoviaturismo.es/ven-a-segovia/destinos/otros-destinos-en-la-provincia-de-segovia/3461-maderuelo
Entre el atrio porticado de la Iglesia de Santa María y la muralla se encuentra el Alcarcer, un mirador espectacular. Aunque sirvió de osario de la parroquia hasta épocas recientes, es un misterio su función defensiva, sobre todo en la época de dominio musulmán. El nombre árabe indica que esta extensión de terreno se usó para sembrar cebada que se segaba verde y servía de forraje. Hoy vemos allí la representación de un fundíbulo, también conocido como trabuquete, almajaneque o lanzapiedras, un arma de asedio medieval, empleada para destruir murallas o para lanzar proyectiles sobre los muros.
Desde aquí tenemos una extraordinaria vista del Puente Nuevo, junto al cual y sumergido bajo las aguas del pantano de Linares se encuentra el Puente Viejo, obra de sólida sillería solo visible cuando las aguas descienden a principios de agosto. Algunos expertos creen que este puente no es románico, si no, de origen romano. Sus cinco ojos semienterrados por el lodo del embalse y sus recios espolones demuestran la fuerza de las crecidas del Riaza. En su pretil se conservan dos escudos con las armas de los Pacheco y las que fueron acrecentando por matrimonio, familia a la que pertenecía el señor que cobraba el derecho de paso.
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Ese viejo puente, por cuya travesía debían pagar pontazgo al Marqués de Villena, unía el pueblo con la Ermita de la Veracruz, sencilla ermita románica que alberga uno de los mejores conjuntos de frescos medievales castellanos. Fue declarada cómo Monumento Histórico Artístico en 1924.
Aunque los frescos originales ya no se encuentran aquí, se han llevado a cabo unas magníficas réplicas en los pies del templo, para conservar la impronta de las primitivas del ábside. En el año 1947 los frescos originales se trasladaron al Museo del Prado y se encuentran hoy en la sala de la pintura románica como uno de los ejemplos valiosísimos de esta época.
Salvo Santa Coloma, La Ermita de la Vera Cruz es el más antiguo templo y parece estar reedificada sobre una ermita visigótica anterior. La tradición nos habla del culto ancestral a los muertos y algunos entendidos afirman que los templarios custodiaron aquí uno de los lignum crucis que llegaron a la península.
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Ahora nos dirigimos hacia el Torreón del Castillo, el vestigio más relevante de este que protegía el acceso norte y residencia señorial. Sufrió los despiadados efectos de numerosos rayos que han derribado parte de sus muros y probablemente fue demolido a conciencia, posiblemente junto con el resto del castillo. Aún se aprecia la disposición cuadrada de este baluarte que nos señalan el final de la villa y en cuyo subsuelo existe un aljibe.
Volvemos ahora por la Calle de Abajo, paralela a la de arriba y la otra principal que recorre esta alargada Villa.
En ella observamos la entrada a una cueva subterránea, posiblemente uno de esos túneles portentosos que corren por debajo de la población, en alguno de cuyos rincones secretos se hallaría el valioso tesoro nunca encontrado de don Álvaro de Luna, señor de la villa en el siglo XV.
En la calle que desciende a nuestra derecha se encuentra la Puerta del Barrio, conjunto defensivo que protege el único acceso desde la muralla de la umbría, al que asciende el camino desde el valle del Arroyo Moralejos. Es una entrada abovedada enmarcada entre dos sólidos arcos de medio punto, a los que se adosa una casa que fue un antiguo torreón. Posteriormente se utilizó como hospital o albergue de peregrinos y gentes necesitadas.
Se denomina Puerta del Barrio por ubicarse aquí la Judería o Barrio Judío de Maderuelo. Este nombre podría deberse también a que da acceso al camino procedente del barrio donde se asentaba la parroquia de Santa Coloma, de posible origen mozárabe.
Continuamos el paseo por la Calle de Abajo donde seguimos encontrando la repetida flor de cuatro hojas.
No queremos finalizar nuestra visita, sin recordar que aguas abajo, entre
la presa de Linares y Montejo de la Vega, están las Hoces del Río
Riaza, espacio natural formado
por un conjunto de cañones y barrancos que se extiende a lo largo de 12 km del
cauce medio del río Riaza, escoltado por imponentes farallones de calizas y que
albergan una de las mayores poblaciones del mundo de buitres leonados. Y a dos
pasos también de Maderuelo, el Sabinar de Hornuez, quizá el bosque más viejo de
España.
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