En 1988 la vida nos llevó, por motivos laborales, a pasar unos meses en esta hermosa ciudad, y desde entonces guardábamos el deseo silencioso de volver a ella y recordar aquellos tiempos y lugares que tan buen recuerdo y sabor de boca nos dejaron. Regresar a Valladolid fue como abrir un viejo libro lleno de recuerdos, con páginas que crujen suavemente bajo nuestros pasos y fotografías que parecen cobrar vida entre sus calles y plazas.
En esta breve pero anhelada visita, iniciamos nuestro recorrido,
accesible a personas con movilidad reducida, en la plaza de Santa Cruz, donde comprenderás
por qué se dice que Valladolid es la cuna del Renacimiento español.
Allí, dominando la plaza con la serenidad de quien sabe que guarda siglos
de historia, se alza el PALACIO DE SANTA CRUZ, primer edificio renacentista de España y fuera de Italia, erigido
a partir de 1486 por el arquitecto Lorenzo Vázquez de Segovia con el patrocinio del cardenal Pedro González de Mendoza, aquel humanista apasionado por los clásicos
que abrió de par en par las puertas del Renacimiento en nuestro país.
El elemento más destacado es su portada plateresca, con un almohadillado
influido por las escuelas italianas, una imagen del Cardenal, que quería un
homenaje a su persona, arrodillado ante Santa Elena de
Constantinopla, descubridora
de la Santa Cruz, y el escudo de los Reyes Católicos. Tanto el almohadillado como los
contrafuertes son muy representativos del Renacimiento, pero encontramos algún
vestigio gótico, como los pináculos que rematan a estos últimos. Los cinco
balcones y los ventanales son posteriores, debido a una reforma que introduce
elementos neoclásicos.
En su interior es reseñable el patio renacentista, que cuenta con una
pieza muy curiosa: el reloj custodiado en una urna, que estuvo en el edificio
histórico de la universidad desde 1855 hasta que dejó de funcionar, en 1970.
Hoy se expone totalmente restaurado, con un guiño a su restaurador en forma de
lema en latín (Ramiro me ha revivido). También destacamos la talla de Gregorio Fernández que se expone en la capilla, el Museo de Arte Africano Arellano Alonso de la Universidad de Valladolid y su
exquisita Biblioteca Histórica, a la que se accede por una puerta
plateresca, que conservan en sus estanterías de madera dorada en dos pisos,
valiosos documentos, entre ellos el Beato de Valcabado, del año 970. Esta colección fue tan importante que el papa Inocencio X emitió una bula
por la que se excomulgaría a quien se atreviera a sacar un solo manuscrito.
Además, si cruzas el edificio descubrirás uno de los enclaves más recoletos de
Valladolid, su jardín, con estatuas, un pequeño estanque y la fachada del
antiguo Colegio de San Ambrosio.
Desde aquí, la ciudad vuelve a desplegarse ante nosotros como un viejo diario recién abierto. Nos desplazamos hacia la plaza de la Universidad, donde se encuentra el edificio histórico de la UNIVERSIDAD DE VALLADOLID, una de las más espléndidas muestras del Barroco civil español. Su fachada, exuberante y simbólica, se convierte en un auténtico escenario donde desfilan las alegorías de la educación: figuras que representan las grandes áreas del saber de su tiempo, guardianas silenciosas de la búsqueda del conocimiento. Así, en la calle central, entre cuatro enormes columnas, están representadas: en el piso inferior, la Retórica y la Geometría, y en el superior la Teología, flanqueada por la Ciencia Canónica y la Ciencia Legalis. En el ático, sobre las columnas, se dispone la Astrología, la Medicina, la Filosofía y la Historia. Por encima, un frontispicio alberga la estatua de la Sabiduría, -una matrona pisando a la ignorancia-. Y el lema de la Universidad de Valladolid, ‘Sapientia aedificavit sibi domum’. La realización escultórica es obra de la familia Tomé, en la que interviene tanto Antonio, el padre, como los hijos, Narciso y Diego. El escudo de la Universidad, con el Árbol de la Ciencia y la tiara -emblema del carácter pontificio de la Universidad- se sitúa en el centro.
Remata el conjunto de esta fachada, con un
movido entablamento y balaustrada sobre la que emergen las
estatuas de los reyes protectores de esta Universidad: Juan I, Alfonso VIII, y Enrique III de Castilla y el rey Felipe II de
España.
Delante de la fachada aparece un atrio delimitado por pilares rematados
con figuras de leones sosteniendo escudos reales y de la Universidad. Pero ojo,
mucho ojo… porque cuenta la leyenda universitaria que quien se atreve a
contarlos no llegará jamás a terminar sus estudios.
En la misma plaza contemplamos la escultura conmemorativa como tributo a la memoria del escritor Miguel de Cervantes que habitó en Valladolid durante la estancia
de la Corte con Felipe III. Representa al novelista,
poeta, dramaturgo y soldado español, vestido acorde a la moda de la época, con
una espada asida a su cinturón, un libro en la mano izquierda y una pluma en la
derecha, que apoya a su vez sobre una columna.
Nos dirigimos ahora a uno de los edificios más emblemáticos de Valladolid,
la CATEDRAL DE NUESTRA SEÑORA DE LA ASUNCIÓN, que aunque inconclusa en su ambiciosa
magnitud, nos deja entrever la grandeza del barroco que quiso tocar el cielo. Estaba
llamada a ser la mayor de Europa, pero los apuros económicos impidieron que el
proyecto de Juan de Herrera se hiciera realidad: en la actualidad, está
realizado menos de la mitad. No obstante, su interior permite apreciar el sobrio
y magno estilo herreriano. Alberto de
Churriguera diseña en
el siglo XVIII la barroca decoración del hastial superior de la
fachada.
El interior custodia obras como el retablo mayor de Juan de Juni o la tabla de la crucifixión de Michel Coxcie.
¿Sabías que... la torre de la Catedral, conocida como 'la buena moza', resultó
dañada por el terremoto de Lisboa de 1755, y que casi cien años después se
derrumbó? Así quedó la primera y única
torre de la catedral que nunca más fue levantada de nuevo. La catedral se vio
sin torre, sin campanas y sin reloj. La segunda torre, la que se conserva, es
obra del siglo XIX. En 1910 se instaló en la torre un reloj de cuatro esferas. En 1923
continuaron las obras para la culminación. Se construyó la cúpula, pero
la linterna proyectada fue sustituida por la estatua del Sagrado Corazón, promovida por el arzobispo Remigio Gandásegui y Gorrochátegui. En ella, Jesús está representado con túnica ceñida por un cinto y en el pecho
tiene el corazón con la corona de espinas.
Adosadas a la Catedral se encuentran las ruinas de la antigua colegiata de Santa María, un templo románico de la época del conde Pedro Ansúrez, del que apenas se conserva nada, salvo la torre, que se supone modelo de la vecina torre de La Antigua. En su época fue el gran templo de la ciudad, testigo de celebraciones que marcaron la historia: aquí sonaron las campanas para anunciar el enlace entre Alfonso X 'El sabio' y Violante de Aragón, uniendo no solo dos vidas, sino también dos linajes y dos reinos. Hoy, en sus capillas medievales se sitúa el Museo Diocesano y Catedralicio, con obras de Gregorio Fernández, Juan de Juni o Pedro de Ávila.
Los cipreses, verticales y silenciosos, dibujan sobre el suelo el
antiguo trazado de la colegiata: marcan con su presencia lo que fueron los
pilares y la división de sus tres naves, como sombras vegetales de un templo
que ya solo se alza en la memoria.
No muy lejos, frente al 'Monumento al Cofrade', un tributo al fervor y a la tradición de la Semana Santa de Valladolid, se alza majestuosa la IGLESIA DE SANTA MARÍA DE LA ANTIGUA o simplemente La Antigua, como la nombran con cariño los vecinos.
Se construyó sobre uno de los templos más vetustos de la ciudad, del que no se conserva nada. Los elementos más antiguos son del siglo XIII. Se trata del pórtico norte y de su esbelta torre, la joya del Románico de Castilla y León. Con más de 50 metros de altura, la hace ser, con la de la iglesia de San Esteban (Segovia), el campanario románico más alto de la península ibérica. El resto del templo, del siglo XIV, es ya de estilo gótico, con notables influencias de la CATEDRAL DE BURGOS (enlace a nuestra publicación). Tras posteriores añadidos en diferentes estilos, fue intensamente restaurado y reconstruido en la primera mitad del siglo XX en estilo neogótico.
Como curiosidad, en La Antigua se celebraron en 1506 los primeros
funerales de Cristóbal Colón. Tras las exequias, el almirante fue
enterrado en el desaparecido Convento de San Francisco, iniciando un periplo póstumo tan viajero
como su propia vida.
El entorno de la iglesia, además, está envuelto en un halo de leyenda.
Frente a su fachada se alza una cruz de piedra barroca que señala el lugar
donde antaño existió un antiguo cementerio. A ese camposanto se le atribuye un
prodigio: según la tradición, allí apareció el cuerpo de un niño vestido a la
manera romana, conservado de forma impecable. Dicen que el milagro fue obra de
la arena traída de Tierra Santa, que protegió al pequeño durante siglos.
El entorno de la Catedral es idóneo para un alto en el camino. Con el
buen tiempo se llena de terrazas de animado ambiente desde la hora del vermú y
hasta entrada la noche. Cuenta con algunos de los establecimientos más bohemios
de la ciudad y agradables bares en el PASAJE GUTIÉRREZ. Ejemplo singular del pasaje comercial tan
habitual en la Europa de la segunda mitad del siglo XIX, al estilo parisino, y una
de las galerías comerciales más antiguas de nuestro país. Data de 1886 y fue
construido a instancias del marchante Eusebio Gutiérrez.
La galería consta de dos tramos articulados en torno a una rotonda
central con una cúpula acristalada, que deja pasar la luz natural. Bajo ella
descansan las estatuas del dios del comercio, Mercurio, y de las Cuatro
Estaciones. La yesería, los suntuosos arcos, las pinturas de los techos que
representan motivos como la agricultura o la industria…una decoración, que se
mantiene muy fiel a su aspecto original, que parece sumergirnos en la época
decimonónica.
En España, el pasaje Gutiérrez, junto con el pasaje de Lodares de ALBACETE (enlace a nuestra publicación y el pasaje del Ciclón de Zaragoza, son los 3 únicos ejemplos que quedan de este tipo de galerías.
![]() |
| Pasaje de Lodares |
A pocos metros se levanta la IGLESIA DEL SALVADOR, donde, según la tradición, san Pedro Regalado, patrón de Valladolid, fue bautizado en 1390 en la pila bautismal que guarda este templo. La capilla a él dedicada dentro de la iglesia, es uno de los focos de veneración de este santo, cuya fiesta se celebra aquí cada 13 de mayo desde mediados del siglo XVIII.
El paseo nos conduce ahora hasta la PLAZA MAYOR, la primera plaza mayor regular de España y verdadero corazón palpitante de Valladolid. Nos recibe de nuevo con la elegancia de su geometría perfecta. Este espacio, reconstruido a instancias de Felipe II en el siglo XVI después del incendio de 1561 que arrasó la zona, ha sido modelo de otras plazas regulares con soportales y cerradas, en España y Sudamérica. El color rojo que impera en fachadas y pavimento es un guiño a la tonalidad que tuvieron en aquella época. Otro eco de tiempos pasados son los huecos que encontrarás en los techos de algunos soportales, mirillas que usaban los talleres gremiales.
La plaza está presidida por la CASA CONSISTORIAL, edificio de 1908 realizado por Enrique María
Repullés, que está considerado uno
de los mejores ejemplos de la influencia de la École des Beaux-arts en España. Si visitas Valladolid en día
laboral, aprovecha para asomarte a su interior y descubrir su escalera imperial
de mármol.
En el centro se encuentra la estatua del conde Pedro Ansúrez, repoblador e impulsor de la villa desde 1072.
Frente a la casa consistorial, en el lugar que ocupó hasta el
siglo XIX el ya mencionado convento de San Francisco, donde falleció Cristóbal Colón, se encuentra el TEATRO ZORRILLA, inaugurado en octubre de 1884 con la
obra Traidor, inconfeso y mártir, contando con la presencia del propio autor
de la obra, José Zorrilla, y del poeta vallisoletano Emilio Ferrari.
Aquí, los cafés y terrazas se entrelazan con el bullicio de los
mercadillos locales, creando un escenario vibrante y lleno de color. Cada
aroma, cada conversación y cada risa se funden en una sinfonía urbana que
convierte la plaza en un escenario vivo, donde la tradición y la modernidad
bailan al mismo ritmo.
En nuestro paseo, desembocamos en las ruinas de la muralla del antiguo Alcázar
Real de Valladolid, un conjunto fortificado y palaciego levantado durante
la Plena Edad Media. Estuvo formado por dos recintos
diferenciados, conocidos como alcázar viejo (o alcazarejo)
y alcázar mayor, situados respectivamente en la terraza baja junto
al Esgueva y en la terraza alta que domina
el Pisuerga. En 1390 Juan I de
Castilla donó el complejo a
los benedictinos, origen del posterior monasterio de San Benito el Real. Pero, además, el monasterio conserva en su
interior y bajo su suelo parte de este pequeño alcázar y de la muralla
primitiva de la ciudad.
El MONASTERIO DE SAN BENITO EL REAL nos sorprende por su impresionante fachada, obra de
Rodrigo Gil de Hontañón en el siglo XVI. Si su tamaño impone, te sorprenderá saber que hasta el
siglo XIX tuvo otros dos cuerpos en altura. Además, ¿Sabes que su escudo es el
único tallado en piedra que se conserva en España con las armas de José Bonaparte, que reinó como José I? Prácticamente todos fueron destruidos después
de la Guerra de la Independencia, pero este permaneció oculto bajo una gruesa
capa de yeso hasta la restauración llevada a cabo en 2001.
Este monasterio fue el más importante de la orden benedictina, con
filiales en otras ciudades de España, en Inglaterra, en Austria, en Portugal y
en el Nuevo Mundo. Gracias a la riqueza que obtenían del cultivo de la viña y
la venta de vino, la orden se permitió hacer encargo a los mejores artistas del
momento, llegando a atesorar obras de incalculable valor, como el retablo de Alonso Berruguete o la sillería de autores como Andrés de Nájera , que hoy pueden verse en el Museo Nacional de Escultura. En la actualidad, parte del monasterio
acoge oficinas del Ayuntamiento de Valladolid. Uno de los claustros más
hermosos, mal llamado ‘herreriano’, ya que no responde al sello de Juan de
Herrera, es sede del Museo Patio Herreriano de Arte Contemporáneo Español, junto con la
capilla de los condes de Fuensaldaña.
Junto a San Benito encontramos una zona plagada de bares y restaurantes y
con el renovado MERCADO DEL VAL, un edificio
decimonónico levantado entre los años 1878-1882, inspirado en el mercado Les Halles de París, que reúne puestos de alimentación y
gastrobares. En un paso por sus calles aledañas, descubrirás algunos de los
bares más premiados en el Concurso Nacional de Pinchos y Tapas.
La siguiente calle en nuestra visita es la de San Ignacio, apodada ‘calle
de los palacios’. Pues en el siglo XVI, en torno a esta zona se
encontraban las principales mansiones y casas palaciegas de la ciudad, tal como
recuerda la ruta de El hereje, novela de Miguel Delibes que retrata el Valladolid de la época. Destacan
la CASA DE LOS FERNÁNDEZ DE MURAS, ejemplo de casa nobiliaria del siglo XVI, que
todavía mantiene los tres elementos palaciegos: zaguán, patio y escalera
claustral. A mediados del siglo XVIII pertenecía a la familia de Fuentenueva de
Arenzana, desconociéndose su propietario original.
Junto a esta, el PALACIO DEL MARQUÉS DE VALVERDE, que revive el Valladolid más cortesano. Fue construido
hacia 1503 y encargado por don Juan de Figueroa, sometido a una gran reforma en
ese mismo siglo. La fachada ofrece un equilibrio estilístico donde conviven
elementos renacentistas de inspiración florentina -la puerta de medio punto con
almohadillado, antepecho decorado con mascarón y los escudos de los Marqueses
de Figueroa/Valverde, dos figuras de hombre y mujer dispuestas a los lados,
ventanas de esquina superpuestas rematadas por las figuras de dos mujeres en
medallones típicamente manieristas-, junto a otros procedentes de las reformas
efectuadas en los siglos XVII y XVIII –yeserías-.
Y en la plaza aledaña, el PALACIO DE FABIO NELLI, un edificio que se presenta como símbolo del poder, riqueza y
cultura de su propietario,
acorde a la idea renacentista de permanecer en la Historia. El resultado es el
más bello exponente de la arquitectura clasicista vallisoletana. Hoy Museo de Valladolid, cuya colección se distribuye en dos
secciones: Arqueología (10 salas) y Bellas Artes (8 salas).
En esta misma vía hacemos un alto para descubrir la PLAZA DEL VIEJO COSO, con acceso a través de un antiguo cuartel
de la Guardia Civil. Se trata de la primera plaza de toros de la ciudad, construida
en 1833 y de una curiosa planta octogonal como las de Tarazona (Zaragoza), Granada o Jerez de la
Frontera. En la década de 1980 se
rehabilitó para uso residencial; una intervención que mantuvo su peculiar
planta octogonal y su esencia, transformando palcos en balcones que adoptaron
la forma de 'corralas' en los pisos superiores.
Es un lugar recoleto y agradable, una de las plazas más curiosas y bellas
de la ciudad, en la que el tiempo y el ritmo de la vida urbana parecen
detenerse. En su sosiego podemos admirar la fachada, los balconcillos y la
vegetación.
Seguimos nuestro paseo y enseguida nos llama la atención la portada principal
del PALACIO DEL LICENCIADO BUTRÓN, uno de los más prestigiosos abogados de la Chancillería de
Valladolid de su época. En ella
resalta una ventana con dintel sobre zapatas adornado con relieves. Por encima
de ella se sitúa el escudo de la familia, colocado dentro de un marco adornado
con figuras humanas. Y a ambos lados, huecos redondos con esculturas en yeso
atribuidas a Jerónimo Corral
de Villalpando, representando
alegorías de las virtudes. Construido entre los años 1565 y 1572, en él se
instaló el convento de Santa Brígida en 1637, al ser adquirido por la orden.
En pocos minutos alcanzamos la plaza de San Pablo, testigo por excelencia
del Valladolid de la Corte. Pocos lugares en Valladolid concentran tanta
historia y monumentalidad. Uno de los edificios que allí nos encontraremos es el Palacio Real, en su tiempo, el más suntuoso de los
palacios de Valladolid y residencia oficial de los reyes de España cuando Valladolid fue sede de la Corte (1601-1606). Aquí residió Carlos I con la emperatriz Isabel. Desde que el nieto de los emperadores, el rey Felipe III, se lo comprase al duque de Lerma en 1601, se sucedieron los acontecimientos
importantes, como el nacimiento del futuro Felipe IV o el matrimonio entre Carlos II y Mariana de Neoburgo. Fue residencia de importantes
personalidades, como Santa Teresa de Jesús (enlace a nuestra publicación), Lord Wellington, Napoleón, José I, Amadeo de Saboya o Alfonso XII. El aspecto de su
fachada dista mucho del original, ya que ha sido sometido a numerosas reformas
que lo han adaptado al gusto de cada época. Aunque las visitas están limitadas
por tratarse de un recinto militar, si tienes la oportunidad, visita su
magnífico patio interior, la escalera imperial y la suntuosa Galería Saboya.
Pero sin duda, el edificio más hermoso de esta plaza es la IGLESIA DE SAN PABLO, escenario de numerosas ceremonias reales,
primera sepultura del infante Alfonso y Juan II, o lugar de bautismo de Enrique IV, Felipe II, Felipe IV y Ana de Austria –la reina de
Los Tres Mosqueteros-. Aquí contrajeron matrimonio Maximiliano II y María de Austria, y tomó el capelo cardenalicio Adriano de
Utrecht, que sería con el tiempo el papa Adriano VI. Fue lugar predilecto de numerosos obispos que
después desempeñaron su actividad pastoral en el Nuevo Mundo. En el atrio de la fachada se colocó una cruz
procedente de la iglesia de Santiago y los
pilares, rematados con leones tenantes por el duque de Lerma en 1601.
Presenta una fachada de Simón de Colonia, en estilo gótico isabelino, que se asemeja a un retablo en piedra. Originalmente solo
contaba con el cuerpo inferior (hasta el rosetón) y el frontón superior, que se
separó y se elevó hasta su ubicación actual en el siglo XVII a instancia del
Duque de Lerma, quien se procuró varios homenajes incluyendo su escudo en el
cuerpo nuevo.
En la parte baja aparecen representadas la ornamentación incluye abundantes figuras, angelillos, animales y motivos vegetales.
El espacio bajo el arco está dedicado a la exaltación de la orden dominica. Sobre la puerta, aparece la Coronación de la Virgen con fray Alonso de Burgos en la escena – el fundador del cercano Colegio de San Gregorio, en cuya fachada también se hizo retratar, y confesor de Isabel la Católica-, acompañado por San Juan Bautista y San Juan Evangelista. El emblema de Alonso de Burgos, la flor de lis, también aparecía en los escudos que sujetan los angelillos, pero fue sustituido por la barra y las estrellas del Duque de Lerma.
La segunda parte de la fachada, compartimentada en espacios rectangulares, utiliza para su decoración esculturas góticas, algunas próximas al taller de Gil de Siloé y se tallaron otras para la ocasión. El acoplamiento de estos motivos y elementos decorativos se llevó a cabo durante el patronato del duque de Lerma, junto con la construcción de las dos torres, por lo que presentan las armas y lápidas indicativas de los Sandoval y Rojas, duques de Lerma. El fondo de estrellas también se refiere al emblema de los Rojas.
La propaganda política, al igual que en Colegio de San Gregorio, se materializa en el emblema de los Reyes Católicos sujeto, también, por leones. La granada en el escudo lo data en una fecha posterior a la conquista del reino nazarí.
Todo en esta plaza habla de poder, arte e historia, y pasear por ella es recorrer el corazón noble de la ciudad descubriendo los llamados sitios reales en siglos pasados, que además de los ya mencionados, incluye el PALACIO DE PIMENTEL, en el que, por no contar entonces la emperatriz Isabel con residencia propia en Valladolid, nació, en 1527, Felipe II.
El edificio, construido en ladrillo, tiene dos notables detalles en piedra: la portada con arco carpanel y la esquina con ventana angular plateresca. Entretente encontrando la ventana por la que, según la leyenda, fue sacado el futuro rey para su bautismo -una cadena te dará la pista – o paseando por su zaguán azulejado, decorado con escenas históricas.
Aprovecharemos la cercanía, para ver la CASA-MUSEO
JOSÉ ZORRILLA, autor de Don Juan Tenorio,
que nació en esta casa de Valladolid el 21 de febrero de 1817 y donde el poeta
pasó su infancia, regresando en su edad adulta, con motivo de su nombramiento
como "Cronista oficial de Valladolid". El Ayuntamiento adquirió el
inmueble en 1917 para convertirlo en casa-museo, donde se exponen los enseres
del poeta
donados por su viuda. El conjunto recrea una característica vivienda urbana de
la Castilla del siglo XIX.
Iglesia y Palacio flanquean la entrada a una calle peatonal donde se
encuentra el hermosísimo conjunto monumental que componen el Colegio de San
Gregorio, el Palacio del Marqués de Villena y el Palacio del
conde de Gondomar (Casa del Sol), las tres sedes del Museo Nacional
de Escultura, con la mejor
colección de madera policromada de Europa.
Obligatorio es detenerse a admirar la enigmática fachada del COLEGIO DE SAN GREGORIO, uno de los mejores ejemplos de la arquitectura del periodo de los Reyes Católicos e impulsado por el fraile dominico Alonso de Burgos, confesor personal de Isabel la Católica; quien fue aquí enterrado, aunque su sepulcro desapareció durante la Guerra de la Independencia. Fue concebida como un telón o estandarte (arquitectura suspendida), cuya ornamentación hispano flamenca, atribuida a Gil de Siloé, ha sido objeto de numerosas controversias interpretativas.
Justo sobre la
puerta se ve al fundador, fray Alonso de Burgos, haciendo una ofrenda a San
Gregorio ante San
Pablo y Santo Domingo. La flor de lis, emblema de este
fraile, que quiso dejar su huella en el edificio; se repite hasta la saciedad
en toda la fachada, pero también en el patio, en la escalera y en los
artesonados originales que conservan las salas del museo.
Destacan las figuras de hombres silvestres cubiertos, o no, de pelo, y con garrotes y escudos; o bien aluden a la costumbre cortesana de disfrazar escuderos con ocasión de fiestas, o bien representan la imagen mítica del «hombre natural», tal como se discutió por esas fechas y entran en diálogo visual con esculturas de caballeros, vestidos con armaduras y portando lanzas y escudos, encarnando la Virtud.
La parte central superior está ocupada por un pilón hexagonal, rebosante de agua, que puede evocar la especulación intelectual como Fuente de la Vida. En torno al pilón, se arremolinan parejas de niños y de él arranca el tronco de un granado, en posible alusión a la Fuente de la Vida y al Árbol de la Ciencia, aparte de la celebración de la reciente conquista del Reino de Granada. Todo el relieve central de la fachada se constituye con esta representación simbólica de un microcosmos, a imagen del Paraíso, lugar hacia donde deberían dirigirse los hombres mediante el conocimiento de las Artes y la Teología. La presencia del escudo de los Reyes Católicos, sostenido por leones y por el águila de San Juan podría tener una significación política o podría ser una alusión a la dedicación del edificio a la Monarquía, a la que Alonso de Burgos nombró heredera y patrona del Colegio.
Aquí te lanzamos un pequeño desafío: encuentra el caracol escondido en la
fachada. Cuenta la leyenda que hallarlo trae buena suerte, así que mientras
admiras las esculturas y el detallismo plateresco, deja que tu mirada se
transforme en lupa y sigue la pista de este diminuto visitante de piedra.
Avanzamos hasta toparnos con el PALACIO DEL CONDE DE GONDOMAR (Casa del Sol). Construido en 1540 para el licenciado don Sancho Díaz de Leguizamón, alcalde de Corte y miembro del Consejo de S. M., a principios del siglo XVII fue adquirida por D. Diego Sarmiento de Acuña, embajador y I Conde de Gondomar, quien en 1612 encargó la conclusión del edificio bajo la supervisión del arquitecto Francisco de Praves, a la vez que concluye el vecino templo de San Benito el Viejo, cuyo patronazgo ostentaba su familia. El Conde amplió el palacio para poder colocar su rica y conocida biblioteca en él, siendo ésta una de las mayores del reino. Según los datos que conocemos, los anaqueles con libros ocupaban por completo, hasta el techo, las paredes de cuatro grandes salas. Los libros fueron vendidos por los descendientes de don Diego a Carlos IV en 1806 y se conservan en su mayoría en la Biblioteca Nacional de España.
Alzamos la vista y descubrimos las armas del Conde de Gondomar sobre el
balcón de la portada principal y en el testero de la iglesia anexa de San
Benito el Viejo, que ostenta escudo monumental, un guiño pétreo a la nobleza que dejó su
huella en la ciudad. El nombre de Casa del Sol se debe a la figura que corona
la fachada, una presencia luminosa que parece vigilar desde lo alto, recordando
que incluso en la piedra, Valladolid brilla con historias y símbolos que
esperan ser descubiertos.
Nos dirigimos ahora al Palacio de los
Vivero, mandado edificar hacia
1440 por don Alfonso (o Alonso) Pérez de Vivero, vizconde
de Altamira y contador de Juan II. Este
castillo-palacio, originariamente torreado en sus esquinas, goza de una gran
carga histórica, pues acogió el 19 de octubre de 1469 el matrimonio de doña Isabel de Castilla
y don Fernando
de Aragón, en la denominada "Sala Rica". En 1475 los monarcas
ordenan derribar torres y baluartes, compran la casa-palacio y la entregan a la
Chancillería
dándole un nuevo uso y transformando los salones palaciegos en salas de
audiencia y, junto a ella (años más tarde), se construyó la Cárcel Vieja de Valladolid. El edificio
conserva su vieja estructura de palacio gótico-mudéjar del siglo XV. Destaca el
artesonado mudéjar de la sala principal. Actualmente, alberga el Archivo Histórico Provincial.
Y finalizamos esta nueva visita en la CASA DE COLÓN, pues como ya
hemos comentado, Cristóbal Colón murió en Valladolid, el 20 de mayo de
1506. Por ello, el ayuntamiento decidió en 1968 levantar una edificación en
estilo gótico-isabelino que reprodujese una casa palaciega propiedad de Diego Colón, hermano menor del Almirante, ubicada en la ciudad
de Santo Domingo, en la República Dominicana. Este edificio se
ha convertido en un importante centro de investigación y estudio de la historia
de América.
Así, mientras avanzamos por sus calles, sentimos de nuevo que Valladolid tiene un ritmo propio: el eco de los pasos sobre la piedra se entrelaza con el canto lejano de las campanas, y la ciudad se revela como un lugar donde la historia y la vida cotidiana se abrazan con humor y serenidad. Comprendemos que todavía queda mucho por descubrir, que en 37 años desde nuestra primera estancia, ni la ciudad ni nosotros somos los mismos; aquellos que nos acompañaban ya no están, y hasta nuestras propias inquietudes han cambiado. Por ello, nos invade el deseo de volver una vez más, de pasear con calma, de dejarnos sorprender de nuevo por sus plazas teatrales, por la armonía de su arquitectura civil y religiosa, por los secretos que se esconden a cada paso y, sobre todo, por la sensación de que cada calle invita a mirar un poco más allá: con ojos curiosos y el corazón abierto, dispuestos a enamorarnos otra vez de Valladolid.
TODA LA INFORMACIÓN INCLUIDA EN ESTA PUBLICACIÓN HA SIDO RECOGIDA DE LOS
SIGUIENTES ENLACES:
https://info.valladolid.es/disfruta/patrimonio/monumentos?page=23918-5
https://info.valladolid.es/disfruta/patrimonio/palacios
https://info.valladolid.es/disfruta/valladolid-1-2-3-dias/valladolid-en-1-dia
https://info.valladolid.es/disfruta/valladolid-1-2-3-dias/valladolid-en-2-dias
https://es.wikipedia.org/wiki/Valladolid
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