CATEDRAL DE SAN ANTOLÍN, PALENCIA,

La Bella Desconocida”, título por el actualmente se conoce la Catedral de Palencia, está dedicada a San Antolín mártir, patrón de la ciudad, parte de cuyas reliquias conserva.

El edificio actual es de estilo predominantemente gótico, aunque conserva elementos anteriores de época visigoda y románica, más elementos decorativos renacentistas, barrocos y neoclásicos.

PUERTA DE LOS REYES. A mediados de los años 90, durante la restauración de la portada de los Reyes de la Catedral de Palencia, se labraron dos aliens. El arquitecto Fernando Díaz-Pinés, un gran aficionado a la ciencia ficción, realizó el boceto en el que luego se basaron los escultores. En el año 1992 se estrenó la tercera entrega de la saga de Ridley Scott, así que quiso reflejar la época con una de las figuras de la cinta.

En el exterior, entre las gárgolas del ábside, encontrarás una figura de un fotógrafo. Es José Sanabria, un conocido fotógrafo de principios del siglo XX muy conocido en la ciudad de Palencia por fotografiar el patrimonio artístico de la capital y la provincia. Lo inmortalizó para siempre con su cámara entre las piedras de la catedral el arquitecto Jerónimo Arroyo. 

Foto de la página: https://catedraldepalencia.org/

También es curiosa la imagen de un esqueleto, según dicen, en homenaje a la Catedral de París.

Es la tercera catedral más grande de España en cuanto a superficie, después de la de Toledo y Sevilla, y con sus 130 metros de longitud, la que tiene la nave central más larga del estado. 

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Desde la amplia Plaza de la Inmaculada se obtiene la mejor perspectiva de conjunto de la gran mole catedralicia.

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Allí destacan dos de sus cinco portadas. De ellas, la principal es la Portada de Santa María, también llamada Portada del Obispo, pues por ella accedía el prelado en las grandes ceremonias. Fue alzada en la segunda mitad del siglo XV, entre los obispados de Diego Hurtado de Mendoza (1471-1485) y Juan Rodríguez de Fonseca (1504-1514), y reformada en el siglo XVII. Cinco arquivoltas apuntadas rodean la imagen de la Virgen con el Niño, entre dos rosetones calados y tímpano ya plateresco. Sobre ella, en el centro del arco conopial, se ubica la estatua de San Antolín, patrono del templo y de la diócesis. 

Los apóstoles de las jambas son ya renacentistas (1607), como los tres escudos episcopales.

Junto a la cabecera se abre la Puerta del Salvador o “Puerta de los Novios”, en honor al enlace que aquí celebraron, en 1388, el jovencísimo príncipe y futuro rey Enrique III de Castilla y su también jovencísima prima, Catalina de Lancaster, abuelos paternos de Isabel La católica, unión que puso fin a la guerra civil que asoló Castilla. Fue la primera portada monumental abierta en la Catedral, corresponde a fines del primer tercio del siglo XIV.

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La visita turística se realiza accediendo por el sobrio claustro renacentista, que sustituyó al medieval, construido entre 1506 y 1516, siguiendo las trazas de Juan Gil de Hontañón. El cerramiento de sus arcos con modernas tracerías y vidrios es fruto de una reciente restauración, dirigida por el arquitecto Fernando Díaz-Pinés. De planta cuadrada, consta de 24 tramos, mostrando sus bóvedas de crucería estrellada un trazado distinto en cada panda, y lo mismo las cuatro angulares.




Desde 1962, en su interior se conserva, remontada, la portada románica de la ermita de San Esteban de Quintanatello de Ojeda.


Accedemos a la nave  de la catedral, a través de una hermosa puerta presidida por un tímpano con la imagen de Santa María la Mayor, a la que estuvo dedicado el templo consagrado en 1219, conocida como “Virgen de don Tello”. Y es que esta talla de la Virgen con el Niño, en madera policromada y obra de inicios del siglo XIII, se vincula a la excepcional figura de don Tello Téllez de Meneses, obispo de Palencia entre1208-46. Habitual de la Corte de Alfonso VIII, en 1211 fundó aquí la primera Universidad española, luchó en la batalla de Las Navas de Tolosa y jugó un notable papel en la unificación de los reinos de León y Castilla. La portada en sí data de hacia 1485 y muestra notables similitudes con la Puerta de los Novios antes mencionada.


Frente a esta nos topamos con muro del cierre del coro. El retablo en piedra es plateresco y data hacia 1534. Se ha atribuido su traza a Diego de Siloé. Las esculturas, con San José entre santas, son ya posteriores. En el centro se sitúa un buen retablo renacentista en madera con las imágenes tardo-góticas en piedra policromada de San Pedro y San Pablo en sendas hornacinas.

A su derecha, en el tramo contiguo, podemos contemplar el magnífico retablo de la Visitación, obra pictórica hispano-flamenca encargada por el canónigo Juan de Ayllón a finales del siglo XV, principios del siglo XVI.

La visita nos dirige siguiendo la nave de la epístola hacia el crucero nuevo.



Allí se abre la Capilla Mayor, obra de finales del siglo XV y principios del XVI, patrocinada por dos grandes obispos y mecenas, Diego de Deza y Juan Rodríguez Fonseca, que introdujeron el Renacimiento en la catedral. Destaca en ella, sin duda, uno de los mejores retablos de España, y entre los primeros en adoptar los principios del Renacimiento.

El espléndido retablo es obra de Pedro de Guadalupe, asentado en 1522, y en su decoración intervinieron algunos de los más célebres artistas del momento. El resultado es un monumental retablo sobre alto zócalo -en origen ornado de azulejos-, compuesto por cuatro pisos divididos en nueve calles, entablamento y ático de remate, con esculturas en las 28 hornacinas y pinturas en las 12 tablas. 

En la calle central, el sagrario, la talla de San Antolín, obra del insigne imaginero Gregorio Fernández y la Asunción de la Virgen, entre santos y profetas. A destacar el ciclo de la Pasión pintado por Juan de Flandes pintor de la Reina Católica, la Magdalena de Alejo de Vahía situada en la parte derecha del último cuerpo y el estremecedor Calvario del ático, de Valmaseda. 

Cierra la capilla una reja de Cristóbal de Andino (1520-24), obra maestra del arte del hierro.

Frente a la capilla vemos la gran sillería del Coro, encargo del obispo Sancho de Rojas, fue tallada en nogal en la primera mitad del siglo XV por los maestros Centellas y Juan de Lille, y reformada por Pedro de Guadalupe en 1519. La reja que la cierra es obra maestra manierista de Gaspar Rodríguez de Segovia, de 1555-70, con los escudos de los obispos Lagasca y Cabeza de Vaca.


Destaca en el centro la silla del prelado Sancho de Rojas (1403-15), con su alto dosel calado y ornada con San Antolín en el espaldar. Resulta curioso que en el dosel de las sillas altas, enmarcados en el gablete que lo decora, se incluyesen campos vacíos para pintar el escudo del canónigo titular del asiento. Ello nos ha de dejado ante un rico catálogo heráldico, aunque lógicamente muchos de estos escudos fueron repintados según se iba renovando la composición del Cabildo.

A la derecha, elevado sobre la sillería, se encuentra el órgano catedralicio. El órgano original fue obra de los organeros fray José de Echevarría y fray Domingo Aguirre, entre 1688 y 1691, con una gran reparación por el segundo de ellos durante los años 1712-1716. De este primer órgano se conservan hoy la caja (una espléndida obra barroca del arquitecto Santiago Carnicero, con multitud de cabezas de ángeles y otra serie de menudas figurillas).


Dirigiéndonos a la nave del evangelio, contemplamos como hoy un altar, dejó inutilizada la Puerta de san Juan o Puerta de los Reyes.

Seguimos la visita por el costado norte, donde vemos la Capilla de San Jerónimo, dedicada en origen a la Santísima Trinidad. Cuando en 1612 fue cedida a Juan Jerónimo Alonso de Córdoba, canónigo y abad de Lebanza, éste mandó hacer aquí el sepulcro de sus amigos Jerónimo de Reinoso y Martín Alonso de Salinas, cercanos a Santa Teresa de Jesús, y en honor al primero se cambió la advocación de la capilla, dedicándola a custodiar las reliquias de San Antolín. Aquí estuvo el cuadro de San Sebastián del Greco hoy exhibido en el Museo Catedralicio.

El gran retablo, también clasicista, fue realizado en madera dorada con escultura de Juan de Rozadilla. Se distribuye en tres calles, tres cuerpos y ático, con un relieve-puerta con Pentecostés, que albergaba las reliquias de San Antolín. Encima, la talla de San Jerónimo entre los santos Juanes, San Almachio y San Juan, y en el ático la Inmaculada Concepción.

En el muro exterior de la capilla mayor destacan dos sepulcros de personajes de alta alcurnia. Uno es el sepulcro del Abad de Husillos Francisco Núñez, consejero de los Reyes Católicos, obra del escultor Alejo de Vahía​, realizado en 1501 en un precioso gótico florido ya plateresco. Vemos en la caja la Virgen con el Niño, entre San Andrés y San Juan Evangelista, y efigie yacente y arco angrelado, cartela con inscripción y arco conopial con los escudos del finado.

El otro es el sepulcro del deán Rodrigo Enríquez, que falleció en 1465​ y era hijo del almirante de Castilla Alfonso Enríquez de Castilla y bisnieto del rey Alfonso XI de Castilla.​ Es obra del escultor Alonso de Portillo, con el yacente y en la caja una Majestad con tres apóstoles a cada lado.

Así llegamos a la segunda de las capillas centrales que posee esta catedral y que ocupa la parte central del ábside de este edificio, rodeada por la girola, tal y como correspondería a una capilla mayor. Esto se debe a que en origen y durante casi un siglo esta zona estuvo ocupada por la primitiva capilla mayor de la catedral. La Capilla del Sagrario es hoy es espacio reservado al recogimiento, la oración y el culto diario. 

Recupera dos restos románicos, la reja usada en el acceso desde el sur y la mesa de altar.

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A principios del siglo XV, el maestro Ysambart construyó el tirante y la falsa bóveda de nervios angrelados que cubre este ámbito. El retablo renacentista que la preside muestra escultura en madera policromada, y fue realizado entre 1529-34, atribuyéndose su talla a Juan Ortiz el Viejo I, artista imbuido del estilo de Vigarny, Siloé y Valmaseda. De tres cuerpos y cinco calles, figura en las laterales la Anunciación, Natividad, Presentación en el Templo, Epifanía, Última Cena y Oración en el Huerto. En las entrecalles vemos a los santos Juanes, San Antolín, la Virgen, San Pedro, San Pablo y Santiago el Mayor. Y en la central, la Dormición de la Virgen, una Virgen con el Niño de hacia 1300, reubicada, y un Calvario en el ático.

A mano izquierda según se entra, elevado sobre una repisa con una inscripción funeraria, se encuentra un arca de madera pintada que contiene los restos mortales de la reina Urraca, hija de Alfonso VII de León y esposa del rey García Ramírez de Pamplona.

A la izquierda de la capilla, rodeado por una reja, se encuentra el sepulcro de doña Inés de Osorio (†1492), dama palentina quien legó en su testamentaría cuantiosos bienes para las obras de construcción de la catedral. Muestra su imagen tallada en madera policromada, obra del maestro Alonso de Portillo. Curiosamente, a los pies de la yacente se representa a su doncella. Existe una tradición entre los palentinos de tirar de su coleta, e incluso hacen cola el día de San Antolín, patrón de Palencia, para solicitar un deseo. Los estudiantes palentinos desde tiempo inmemorial siguen este ritual creyendo que les ayudará en sus exámenes.

Seguimos la visita recorriendo la primitiva cabecera gótica de la Catedral. Aunque la primera campaña gótica sigue en lo fundamental el modelo burgalés, copia de la Catedral de León el sistema de dos estrechas capillas rectangulares para hacer la transición de las radiales de la girola con el transepto. Una es esta Capilla del Baptisterio, que presenta una peculiar forma estrecha y alargada, con escasa iluminación. Cubierta con bóveda de crucería simple, data de la primera mitad del siglo XIV. En el centro se encuentra la pila bautismal, obra plateresca del siglo XVI, de sencilla decoración de querubines. 

En el testero de la capilla, un pequeño retablo dorado y policromado, fechado en tiempos del obispo Cristóbal Fernández de Valtodano (1561-69). Presenta dos cuerpos y tres calles, rematándose en el ático con un Calvario, y encuadra un heterogéneo grupo de tallas, dando la sensación que, salvo el titular, sirvió para recoger imágenes de otros retablos desechados. Está presidido por San Cristóbal portando al Niño, entre Santo Toribio de Astorga y San Isidoro, y debajo San Antón, San Pedro y San Blas.

A continuación se abren las cinco capillas radiales de la girola.

La primera es la Capilla de San Miguel, San Jerónimo o de San Isidro. En ella observamos un sepulcro pétreo, en arcosolio de arco apuntado, con bulto yacente vestido con ropajes eclesiásticos. 


Le sigue la Capilla de Nuestra Señora la Blanca, que tradicionalmente se  considera que es la capilla por donde se comenzó la catedral gótica, colocándose la primera piedra el 1 de junio de 1321. Quizás sí fuese la primera en cubrirse, gracias al mecenazgo del arcediano de Carrión Alfonso Rodríguez Girón (†1341), aquí enterrado y al que vemos orante ante la Virgen con el Niño, con su escudo, en la clave de la bóveda de nervios arriñonados, perforados por óculos al estilo del gótico burgalés. En el retablo neoclásico, de hacia 1795, entre tallas de Santo Toribio y San Pedro de Osma, luce la hermosísima imagen de la Virgen Blanca, en alabastro policromado, de mediados del siglo XIV copiando un modelo toledano inspirado, a su vez, en otros del norte de Francia. Se piensa que la imagen llegó a la seo palentina por la devoción que hacia ella sentía el obispo Blas Fernández (1344-53), deán que fue de la catedral de Toledo y luego su arzobispo. Las vidrieras son del siglo XIX, de la Casa Rigalt. 

En los laterales, vemos dos sepulcros góticos bajo arcosolios apuntados, a la derecha el de Rodríguez Girón, con yacente sobre sus escudos;...

... el otro, con larga inscripción y ornamentado con un Pantocrátor, corresponde al arcediano Pedro Fernández Piña (†1400).

La capilla central de la girola, de planta heptagonal, fue alzada en la primera campaña gótica, hacia 1321. De mayores dimensiones que las demás, en este espacio se reunía el Concejo de la ciudad. Se la conoció con los nombres de Corpus Christi, san Nicolás, del baptisterio y de santa Teresa, recibiendo el nombre actual de Capilla del Monumento, cuando se trasladó el altar de plata que se usa como monumento en Semana Santa. El rico altar que en ella vemos se realizó en origen para la capilla mayor, ocupando ahora esta central de la girola y antigua de Santa Teresa. Muestra el altar frontal con el escudo del Cabildo entre jarrones de azucenas, y sobre él, un Sagrario con el Cordero pascual entre la Asunción y San Antolín y un basamento escalonado. En la parte superior se disponen las gradas sobre las que se muestra el expositor o trono eucarístico rematado por azucenas. Completan la escenografía candelabros y espejos del siglo XVIII sobre un fondo de damascos rojos.

En la Capilla de San José, antiguamente estuvo dedicada a las Once mil Vírgenes, nos llama la atención la pureza de las líneas góticas de su arquitectura. Los tres ventanales se cierran con vidrieras del taller de Antonio Rigalt, de fines del siglo XIX.

Y por último la Capilla de san Pedro, conocida familiarmente como Capilla de los Reyes, al ser bien visibles en su ornato los grandes relieves de los tres Reyes Magos, motivo escogido para honrar el nombre de su patrono y mecenas, el adinerado arcediano de Carrión don Gaspar de Fuentes (†1550). Sorprende la decoración, que han llevado a esta capilla a ser una de las más ricas del templo. Lo más destacado es el trabajo de yesería policromada de los Juan y Jerónimo Corral de Villalpando en 1551-52, que cubre tanto la bóveda como las paredes, sin dejar apenas espacio libre (horror vacui). En la cúpula y dentro de medallones pueden verse a los profetas Isaías, Balaam y David, acompañados de angelotes, escudos y grutescos. Los tres Reyes Magos ocupan un lugar destacado, dentro de marcos individuales limitados por columnas y en actitud de marcha. Los colores predominantes en estas yeserías son los azules, blancos y ocres. El zócalo es de azulejos de Talavera, detalle que se encuentra en otras capillas de la catedral.

En los muros que envuelven la Capilla Mayor, en este lado sur, frontero a la sacristía, descansa el arcediano de Campos Diego de Guevara (†1509), en sepulcro que muestra aún formas del gótico tardío a inicios del siglo XVI. La cabeza del difunto reposa sobre dos almohadas, viste ropas de clérigo y bonete, y sostiene un libro sobre el pecho. Presenta las armas del yacente en la caja, entre tracerías, inscrito en nicho flanqueado por pilastrillas de arco mixtilíneo angrelado, y sobre él otro carpanel rematado por un gran cogollo, de aire bien gótico. 

Se continúa la visita, por la nave norte o del evangelio. Allí, las paredes exteriores del coro fueron construidas a costa del obispo Juan Rodríguez de Fonseca. Dos pequeñas puertas de entrada al coro y al corredor alto, talladas en madera de nogal, se sitúan a ambos lados del altar del Cristo. Fueron hechas por Pedro de Guadalupe entre los años 1513 y 1519 y muestran los escudos del cabildo y de Fonseca y las cabezas de los apóstoles Pedro y Pablo en bajorrelieve. En el retablo pétreo de este tramo se encuentra el Cristo de las Batallas, imagen muy venerada en la ciudad, ante la que se encomendaban los soldados al partir a la guerra. Es una talla gótica de gran calidad e impactante patetismo, acentuado por la policromía.

El segundo tramo, de líneas y decoración plateresca, lleva en el centro un pequeño altar dedicado al Salvador, en arco de medio punto, cobijando en él la excelente figura del imponente Cristo en Majestad, rodeado por los cuatro Evangelistas con sus animales simbólicos. Esta escultura, tallada en madera de nogal, dorada y policromada, fue realizada por el escultor borgoñón Felipe Bigarny para ser colocada en al altar mayor. La posterior decisión del Cabildo, situando en el centro del retablo mayor la imagen de san Antolín, hizo que se ubicara definitivamente aquí. La traza o diseño de este paño se atribuye a Diego de Siloé y se decora además con ocho esculturas en piedra policromada, representando a santos, reyes y fundadores, realizadas en torno al año 1500.


En este lado norte se abren otras interesantes y hermosas capillas, como la Capilla de la Inmaculada Concepción. Dedicada anteriormente a la Santa Cruz, conserva un interesante mural pictórico representando el Triunfo de la Cruz, motivo de su anterior advocación. Cubierta durante siglos por un enlucido y un retablo traído de la capilla de las reliquias, esta decoración fue recuperada en una restauración que terminó en el año 2017. ​ Se trata de una pintura mural del siglo XVI simulando arquitecturas renacentistas en el zócalo, y un amplio paisaje con celajes entre los que emergen ángeles con los símbolos de la Pasión, en torno a la cruz desnuda que preside la composición.


En la pared a mano izquierda de la entrada, un gran retablo de traza churrigueresca, de principios del siglo XVIII. Su traza se debe a Juan de Medina Argüelles, y lo preside una hermosa Inmaculada orante y coronada, inserta en aureola de rayos dorados y sobre angelotes, realizada por Mateo Sedano, discípulo de Gregorio Fernández. Sobre ella, en el ático, una exaltación de la Cruz, elevada al cielo por dos ángeles. Lo completan seis lienzos del pintor Diego Díaz Ferreras, con el Ángel exterminador, Moisés haciendo brotar agua de la piedra, y la intercesión de la Cruz y la Virgen en la batalla de las Navas de Tolosa, en 1212.


Le sigue la Capilla de San Fernando, antigua de Santa Catalina -su imagen preside la puerta renacentista de acceso-, hoy está dedicada a Fernando III el Santo (1199-1252), rey unificador de los reinos de Castilla y León en 1230, que reconquistó Cartagena (1245), Córdoba (1236) y Sevilla (1248). La capilla conserva un buen sepulcro plateresco de don Álvaro de Salazar (†1516), con el yacente en un lucillo de fina ornamentación renaciente.

La siguiente es la Capilla de San Ildefonso fue dotada por el canónigo e intelectual Alonso Fernández de Madrid, Arcediano del Alcor, y autor de la Silva Palentina, excelente crónica de la Diócesis de Palencia a través de sus obispos que aún hoy continúa reeditándose. Fallecido en 1559 y aquí enterrado, su escudo campea en su lápida, en las claves de la bóveda, pintado sobre el retablo, y en la vidriera del siglo XVI que cierra la ventana ojival que ilumina el espacio.


El excepcional retablo renacentista -plateresco-, es obra cumbre de Juan de Valmaseda, seguidor de Diego de Siloé, tallado en madera en 1530 y policromado después, hasta su definitivo montaje en 1549. Compuesto de tres calles separadas por columnas abalaustradas, lo preside el relieve de la Imposición de la casulla a San Ildefonso por la Virgen, entre medallones con San Pedro y San Pablo, el Bautismo de Cristo y el martirio de San Juan Evangelista. En el banco, el martirio de San Lorenzo, la Adoración de los Magos y San Jerónimo penitente, y en el ático, bajo un Calvario, un soberbio medallón con la Piedad.

La Capilla de San Gregorio es una de las principales de la catedral desde el punto de vista artístico. El conjunto de retablos, sepulcro, azulejería de Talavera, e incluso la ventana, con una de las pocas vidrieras originales que se conservan, es un excelente muestrario de arte plateresco, llegado íntegro a nuestros días, a diferencia de otras capillas, que sufrieron cambios y reformas a lo largo del tiempo. En este caso, prácticamente todo data de mediados del siglo XVI. El retablo principal es una apreciable obra de la escuela palentina renacentista, profusamente dorado y policromado. 


Existe un segundo retablo, de menor tamaño, dedicado a los santos doctores Cosme y Damián, curioso por la violenta forma de describir uno de sus milagros, destacable sin embargo por la figura de San Matías, una de las tallas más valiosas de la catedral. Enfrente del retablo principal, un suntuoso retablo-sepulcro realizado en piedra y yeso policromados, del mismo estilo que el resto de la capilla, del canónigo Juan de Arce (†1534), cuya familia ostentó el patronazgo, y a cuya munificencia se debe este espacio. Presenta al yacente, un Ecce Homo y la Virgen con el Niño entre las santas Catalinas, de Siena y Alejandría. 

A esta le siguen la Capilla de Santa Lucía con su retablo plateresco y la Capilla de las reliquias, antigua del Monumento y la última capilla construida en el templo, en época barroca. Se alzó entre 1735 y 1752, con trazas de Gregorio Portilla, Juan Guerra y Manuel Morante. La cúpula y su chapitel son obra de Juan García Berruguilla. Hacia 1770 se realizó el retablo-relicario rococó, en madera dorada. Entre las reliquias que se conservaban en la Catedral, destacamos por su curiosidad las siguientes: un fragmento de la esponja con la que dieron de beber a Cristo en la Crucifixión, el brazo derecho y parte del hombro de San Antolín, la mano de San Vicente, retales del velo de la Virgen y del manto San José, fragmentos de los cilicios de San Francisco y Santa Teresa, una de las once mil vírgenes,…

Nuestra visita ahora se dirige al excelente púlpito de madera sin policromar, obra de algunos de los más destacados discípulos de Alonso Berruguete, señalándose la intervención de Juan de Cambray y Francisco Giralte; y a una de las obras maestras de la catedral, el impresionante Trascoro, que no solo resume la hibridación del gótico con el Renacimiento, sino que establece una especie de tercer altar mayor sobre la cripta, y visualmente marca el centro de tres niveles históricos fundamentales en este edificio: bajo él, el nebuloso y legendario origen en la CRIPTA DE SAN ANTOLÍN, sobre él la enorme riqueza artística interior de la seo, y justo encima la ambición constructiva de su altiva nave central.

Encargado por el obispo Fonseca a inicios del siglo XVI, aúna formas del gótico final con el Plateresco, primer Renacimiento hispano. En 1513 trabajaba en él Juan de Ruesga. Cuajado de doseletes, encajes de piedra y hornacinas con figuras de santos, el trascoro se organiza a modo de suntuoso retablo pétreo, destacando en él los relieves del Martirio de San Ignacio de Antioquía y la Lactación de San Bernardo, añadidos posteriormente y ambos obra del escultor barroco Francisco del Rincón. Remata el conjunto el escudo de los Reyes Católicos, una crestería de piedra y la estatua de San Antolín; dos puertas, talladas en madera con minuciosos relieves, permiten el acceso al coro catedralicio.




En el centro del trascoro se halla el políptico de los Siete Dolores de la Virgen, obra del maestro flamenco Jan Joest, quien retrata al comitente, Juan Rodríguez de Fonseca, en la tabla central junto a la Virgen y San Juan, con fondo de un delicado paisaje. Las demás tablas muestran escenas de los Siete dolores de María, de quien el obispo Fonseca era gran devoto, con un refinado realismo y excelente sentido del color. Este políptico es uno de los conjuntos pictóricos más destacados de la pintura flamenca en España.


Allí se encuentra la escalera que da acceso a la CRIPTA DE SAN ANTOLÍN, a la que, por su importancia, le dedicamos una publicación en este blog (ver enlace).

Finalizamos la visita al interior de la Catedral y ahora abandonamos esta por una maravillosa Puerta renacentista al claustro. Esta portada plateresca, promovida por el obispo Francisco de Mendoza y Fernández de Córdoba, fue construida en 1535-36, con puertas de nogal de Francisco Giralte. Diseñada entre dos columnas abalaustradas, muestra arco de medio punto en esviaje, dintel y tímpano calado con volutas y dragones. En las albanegas lucen los escudos del obispo promotor, recubriéndose el conjunto de fina decoración renacentista, que se extiende a las puertas, de sublime talla, donde en dos paneles se narra la Entrada de Cristo en Jerusalén y el martirio de San Antolín, sobre bustos de San Pedro y San Pablo.

Desde el claustro accederemos a la Sala Capitular, un tesoro de visita obligada. Entre las numerosas piezas que allí se conservan, las más señeras son: Díptico de la Pasión (1490), excelente pintura de Pedro Berruguete.

El Martirio de san Sebastián (1577-1579), obra de El Greco firmada en la roca, una de sus pinturas más destacadas, y sin duda la obra maestra de cuantas guarda la catedral. ​


La escultura de Santa Ana Triple, obra maestra de Alejo de Vahía, de hacia 1500.

Un curioso retrato anamórfico del emperador Carlos V, cuyo rostro es imposible de apreciar a simple vista; para verlo bien hay que mirarlo desde un agujero practicado en el lateral del marco.

La Catedral conserva una excepcional colección de doce tapices realizados en Bruselas en el siglo XVI, de los 29 con que llegó a contar. Destacan los donados por el obispo Juan Rodríguez Fonseca: los cuatro que recubren la antigua Sala Capitular, con temas del Viejo y Nuevo Testamento, y los cuatro de “la Salve”. Otros tres con la Historia de Abraham se exponen en la Capilla Mayor.

Finalizamos nuestra visita gratamente satisfechos por haber podido admirar y descubrir, algunos de los secretos que guarda esta “Bella Desconocida”.

Tenebrario del primer tercio del siglo XVII.

TODA LA INFORMACIÓN INCLUIDA EN ESTA PUBLICACION, HA SIDO  RECOGIDA DE LOS SIGUIENTES ENLACES:

https://catedraldepalencia.org/

https://es.wikipedia.org/wiki/Catedral_de_San_Antol%C3%ADn_de_Palencia

https://catedraldepalencia.org/wp-content/uploads/2021/01/guia_de_mano.pdf

https://www.arteguias.com/catedral/palencia.htm

https://www.terranostrum.es/turismo/catedral-de-palencia-cripta-de-san-antolin

https://www.asturnatura.com/turismo/catedral-de-palencia/3005.html

https://elviajeroaccidental.com/una-catedral-llena-de-curiosidades-palencia

http://www.arquivoltas.com/8-palencia/02-PalenciaSAntolin01.htm

https://www.youtube.com/watch?v=gbcQy8qczag

http://romanico-cheno.blogspot.com/2013/05/iglesia-y-ermita-quintanatello-de-ojeda.html

http://www.jdiezarnal.com/catedraldepalencia.html

https://www.youtube.com/watch?v=34YKh9lWHfE 

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