Templo
inacabado de estilo neogótico, concebido por Enrique María Repullés y Vargas para albergar los restos de Santa
Teresa de Jesús y acoger a los numerosos peregrinos que acuden a venerarlos.
Las
obras se iniciaron oficialmente el 1 de mayo de 1898, impulsadas por el obispo
Tomás Cámara, quien logró movilizar a la sociedad salmantina mediante una carta
pastoral titulada «Santa Teresa nos pide una basílica». Aunque
inicialmente se disponía de una financiación que cubría casi la totalidad del
presupuesto, las dificultades del terreno —ubicado junto al río Tormes—
incrementaron considerablemente los costes de cimentación, lo que condicionó el
desarrollo del proyecto. Finalmente, las obras quedaron definitivamente
paralizadas en 1933, durante la II República.
Décadas
después, el 8 de noviembre de 2007, el obispo de Salamanca, Carlos López
Hernández, firmó el acta de replanteo junto al arquitecto Ricardo Pérez Rodríguez-Navas y el constructor y director de obra
Jesús Yáñez, dando inicio a la reanudación del proyecto. Esta nueva fase tenía
como objetivo cubrir el ábside y el presbiterio hasta alcanzar el crucero.
Mientras el diseño original de Repullés proponía una experiencia simbólica de
«entrar en el Castillo Interior», la propuesta de Pérez Rodríguez-Navas plantea
un homenaje a la espiritualidad cristiana, donde la luz adquiere un papel
fundamental.
La cubierta se resolvió con madera laminada vista, cerramientos de ladrillo y planchas de cobre.
Esta
fase de las obras concluyó a comienzos de 2010, momento en el que el proyecto
volvió a detenerse debido a las limitaciones presupuestarias derivadas de la
crisis económica. No obstante, los trabajos realizados permitieron cerrar unos
1.000 m² del templo, actualmente aptos para celebraciones religiosas y con la
posibilidad de continuar las obras de forma progresiva.
Actualmente
alberga una muestra de la alfarería con la técnica de la filigrana,
característica de la localidad y declarada Bien de Interés Cultural Inmaterial.
Se presentan las obras de Bernardo Pérez como un homenaje a medio siglo de creación paciente y sabia. Nacido en Alba de Tormes el 30 de mayo de 1932, Bernardo creció entre el barro y el fuego, en el corazón de una familia de alfareros que atesora al menos cuatro generaciones de memoria y oficio.
De los diez hermanos, Francisco, Bernardo,
Tadeo, Pepe y Carmen asumieron también la herencia de las manos ancestrales,
cuyas obras dialogan hoy en esta muestra.
Desde la década de 1960, Bernardo
comenzó a distinguirse por la delicadeza de su filigrana y la elegancia de los
motivos que coronan sus emblemáticos botijos de torre. Estas piezas,
donde la tradición se vuelve arte, le otorgaron merecido reconocimiento y
premios en los años setenta, consagrando su célebre botijo de filigrana
como símbolo de una vida entregada a la alfarería.
INFORMACIÓN RECOGIDA DE LOS SIGUIENTES ENLACES:
https://es.wikipedia.org/wiki/Bas%C3%ADlica_de_Santa_Teresa_(Alba_de_Tormes)
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